César Rito Salinas
A kiun Ia,
tercero en su linaje en el puesto
EZRA POUND, Cantos (LXXXVI)
El ratón es un obrero nocturno que, sin mediar razones, trabaja hasta la madrugada. Etcétera.
Ya no siento que esté incompleto, siento que todo esto no es más payaso insuflado, siento que existe. Que logré bajar una forma que ya existía previo a esta escritura, pero que necesitaba mi letra para salir. El ratón, etcétera.
¿Por qué imagino que las ardillas tienen rostro de niño?
¿Cuánto sol hay sobre un camión descompuesto en el camino?
¿A dónde van las aves?
¿Verán la tierra que se reproduce desértica?
¿Por qué desconfío de las certezas?
De la tinta del bolígrafo emerge
el olor de los cabellos de la mujer
recién salida de la peluquería.
Atrás del sillón donde escribo guardo una maleta de viaje. Ella respira a mi espalda, guía los rumbos de la escritura, capitana.
En el autobús el asiento vacío
lleva el reproductor de música.
Yo me encontraba en la recámara, llegó El tabaco de María Sabina, tocó a la puerta. El sonido seco en la puerta removió el aire saturado de cigarro. Ante la visita inesperada el cuerpo dispuso la piel, el primer recuerdo, el atisbo, la mirada, el reojo. Campo visual amplificado. La palabra permite el entrar a la habitación de una serie de imágenes que traen el olor a marisma, al agua en pudrición. El paso gallardo de los floreros.
Resulta que en el autobús con el asiento vacío
caben todas las conjeturas.
Y El tabaco de María Sabina, así, llega de otra escritura, lo que le otorga la lejanía requerida para este poema.
¿Cuánto espacio carga el vocablo etcétera?
Ninguno.
Para que la palabra trabaje deberá contar con palabras vecinas.
Aquí vamos, empujado por el viento que busca el mar. Escribo sobre un espejo de cristal. Cuando escribo siento irrefrenables deseos de comer vidrio. Salgo a buscar en la hora de la madrugada una servilleta de papel. A la manera de Whitman tengo en la mesita un libro. En la cama tengo abierto un libro.
Vulcanizadora Reyes.
Todo el sol del mediodía sobre el muro pintado
con letras góticas.
Muito obrigado.
Comí la barra de chocolate.
En mi cabeza rebota el sentimiento de culpa. Nada nos advierte, comer mata. El cuerpo lo sabe, se culpa. ¿Dónde andas? Comer solo mata doble.
Cola de la lagartija que se abre paso como metáfora en el corazón del necesitado. Cola mocha que regenera el cuerpo, extremo mutilado en que logra renacer sobre la piedra el cuerpo entero. Como la noche regresa sin ayuda exterior, fuerza que trabaja de dentro hacia afuera, que nunca deja de moverse, terca y ciega, dentro de la sed de la tarde.
Lo que más se olvida:
Se puede viajar sólo para leer poesía.
Ama la mosca que flota en el vaso de mezcal. Que el aire se convierta en entraña -ese doméstico cambio de signo es el origen de la naturaleza del habla.