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jueves, noviembre 21, 2024

El territorio de la ficción

Reportajes

César Rito Salinas

¿De qué hay recuerdo? ¿de quién es la memoria?
PAUL RICOEUR, La Memoria, la Historia, el olvido

Sobre las vías del ferrocarril avanza un auto, de los llamados colectivos.

La historia es esta: muy cerca del mercado municipal -a escasos cincuenta metros del puente de fierro- tenía su casa Rómulo el fotógrafo.

Bien, el relato con algún esfuerzo ya desentraña el motivo de la narración (acción que, por otra parte, encuentra central en todo relato: muestra cierto amasado, un el trabajo las palabras que genera en quien lee una atmósfera, el ambiente de la narración).
Viejo y obeso. Rómulo. La historia.

Los alumnos del turno vespertino de la escuela primaria federal Benito Juárez, en el Centro de Tehuantepec, sabían lo que guardaba el fotógrafo.

Aquí viene, aparece, la afiliación. Las letras forman un sistema de fuerza, se escribe contra algo. En este caso, se marca la tensión centro-periferia, las letras municipales vs letras urbanas.

Que en su estudio ocultaba -como la Biblia evangelista- un álbum de fotografías con mujeres desnudas.
El fotógrafo Rómulo tenía el registro de todo, la inundación del 34 que se llevó el puente de fierro, la estructura que mandó poner Porfirio Díaz en 1909. Las imágenes presentan de golpe el momento cuando se metió el agua a los corredores del palacio municipal.
El estudio de Rómulo era el sitio deseado.

El tren pasaba dos veces al día, lo recuerdo: a la mañana, siete treinta, antes de la entrada de los alumnos a la escuela. 7:30. El tren pasajero; Y en la tarde, antes de la salida de la escuela. Turno vespertino. El tren carguero, 17:00.

Los alumnos caminaban por el puente de fierro -bajo el área del puente peatonal- con la mochila a la espalda, pendientes que anunciaba el paso de la máquina.
¿Ustedes tuvieron la oportunidad de desafiar la mole que viaja a alta velocidad?

Desafiar la velocidad y la máquina, era arrebato rebelde, mayoría de edad.

Metros adelante de la escuela, hacia el puente Pimentel, atendía la peluquería Juan Chacal, el viejo peluquero con un buen surtido de revistas donde las mujeres enseñaban el culo.

Este relato marca cierta geografía cachonda, que funda el especio con el espacio ausente: la mujer de bikini versus la mujer de largas enaguas; con esto quiero marcar tambié que en el pueblo se practicaba cierto ejercicio del periodismo, la difusión que viaja de la tradición oral al lenguaje de la imagen.

Los niños iban a la peluquería una vez por mes.
Hacia el puente de fierro, el extremo opuesto, otra peluquería abría sus puertas en una casa de tejavana.
La Peluquería de Panchito, joven peluquero con ideas revolucionarias y un surtido de revistas políticas.

Pornografía y política era el espacio de la Inocencia.
En casa me hacía cortar el cabello con Panchito, a rape, casquete corto. Entre los dos locales levantaban sus muros la escuela Benito, el mercado y el estudio fotográfico de Rómulo. Pasaba el tren carguero de la tarde, venía de Puerto México, la zona de explotación del petróleo.

Tiempos de la soberanía nacional, el oro negro y sus dueños, los mexicanos.

Por el pueblo pasó el progreso. En pasado, porque de los ferrocarriles no quedan ni las vías. El mercado creció, la escuela amplió sus muros bajo las consignas de las campañas políticas electorales. Las vías fueron pavimentadas. Creció el número de vendedores ambulantes y autos.

Permanece el sol y la necesidad, el calor.
Aquellos niños de la primaria Benito Juárez se hicieron taxistas, mientras esperan cliente metros adelante del banco miran el culo de las señoras que van de compras al mercado.

En la tarde el puente de fierro, muladar que arde, sirve de motel a los amantes ocasionales. Panchito, el democrático peluquero, peina canas, atiende a la clientela que se aparece bajo el sol de la tarde.
Asíu la narración, el ejercicio sobre atmósferas del recuerdo -la ficción.

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