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viernes, octubre 18, 2024

En tu habitación un domingo por la mañana

Reportajes

César Rito Salinas

  • Loco.
    La sombra que crece de abajo hacia arriba viene de muy lejos, de la pata de la cama, de la tela de la araña, ella, la mujer tendida en la cama se queda con la vista fija en un mismo punto donde se confunden sus ojos con el espacio de la habitación en penumbras así, como las figuras que brotan de un espejo espiado desde el ojo de la cerradura o esas formas que se distinguen si uno pone atención en el cielo antes del aguacero:
  • Ayer se casó la hija de Manuel –dice mi madre frente a la tumba-, la gente sufre, hace fiesta para que pase rápido el tiempo ingrato.
    La constelación Estrella del Sur se mira claramente en las noches de octubre, allá, en nuestro barrio. La Estrella del Sur navega en los cielos como el pez que nada tranquilo en nuestro mar de soledades y silencios. Antes que desapareciera el lucero flojo de la mañana mi madre y yo nos encaminamos al cementerio, “hay que llegar temprano”, dice, afligida. Ya es octubre, dice, llora, sus rostros acarician la fotografía de mi padre muerto, recuerdo su sudor que bajaba por sus sienes, sus lágrimas; se abraza a la tumba, su cuerpo se agita en el llanto, lloraba pegada a la cruz de la sepultura.
    La edad del crimen, principio de año. La pólvora de los cohetes flota -Monte Albán de las piedras antiguas-, se extingue lentamente por el caserío que se arrastra por la loma. El perro monta a la perra, agitan sus cuerpos en la bruma. ¿Alguien sabe en qué día de la semana estamos? La perra entra a casa, teme a los cohetes, 31 de diciembre. Los ancianos siguen la costumbre del oído atento, dispuesto –para ellos no pasa el tiempo, no lo desean. La rosa en el desayunador alumbra la espera -corté botones, corté hijuelos. La clave de la madrugada funciona en el portón de Tina. El perro amarillo echado en la banqueta lame sus bigotes. Busco las fotografías, sólo encuentro en los cristales de la ventana la luna alta en blanco y negro. Tres golpes suaves como clave secreta que abre las puertas del Paraíso se dejan escuchar en la madrugada.
    . Tina, uno de diez.
    La sombra entre el trasto de las palabras, las letras, las palabras, el espacio vacío de los renglones, nunca te lo dije, extraño la línea azul de las hojas en la libreta, del trasto sólo escucho el sonido de los dedos que golpean las letras, grito, llanto, canto de los desposeídos, lunáticos que ruedan y no descansan, nunca descansan, perro viejo, solo, a la vuelta y vuelta tras su cola larga, la sombra y el trasto, las palabras, el trasto de las palabras, el trasto de la comida del perro, todo vuela y se revuelca como en el desierto, el aire, la luz, la sombra, la habitación y no se detiene como una canción que canta en la tarde la araña a la abeja montada en la telaraña, todas las tardes, mientras ella, la araña, se hace invisible para atrapar a la abeja y al sol, la luz, el polvo que vuela, la misma luz que cae y se oculta tras el monte de las piedras antiguas, ¿puedo decir Monte Albán?, que nunca se deja atar, ni la tarde ni la sombra por la mano lenta que persigue las palabras, que se afana en el trasto como perro que ya sabe la rutina y de pronto la olvida, viejo perro, vuelta y vuelta, que intenta, se cansa, insiste y olvida como el desierto, insiste como la arena, la luz, las palabras, el viento, el desierto acompañado por algunas detonaciones hechas por arma de fuego, el viento que viste de mil lenguas, dos caras, todas ellas las agita entre el sol y el aire seco y caliente como en una película de viejos guerreros donde hay hombres y caballos que avanzan, que corren en la lengua seca del desierto como la sombra del hombre que camina, que persiguen la sombra que nace entre la arena y el tacón con la tapa torcida de la bota vieja del hombre sin perro, sin sombra, que afana la mano como se afana la luz sobre la negrura y la guerra, como una pistola, tanta luz hace la negrura, como rama seca en el desierto que anda y rueda y brinca y no está y aparece, desaparece y se oculta bajo la luz sobre la arena y nunca descansa, nunca está quieta, como mil hombres en guerra montados en caballos enloquecidos y brinca y brinca, la sombra, y nunca descansa y se agota y se aleja de ella misma, se repudia, la sombra que crece mientras el hombre fuma y recuerda y guarda silencio mientras las palabras arden en su pecho, infernales.
  • Cuenta, tú nunca me cuentas nada.
    Antes de volver a casa prende fuego a las flores marchitas que depositamos el domingo anterior; entre todos los lugares del camino el polvo elige las hojas de los árboles del cementerio para asentar su presencia. Un domingo levanté la mirada, en el cielo retumbaban los truenos, pude ver en las nubes cargadas de lluvia, sus formas redondas, imaginé que allá arriba se extendían las formas de los caballos, veleros, navíos; antes de ganar la calle mi madre sacudía su enagua negra manchada de tierra cuando ella hincada se abrazaba a la cruz de la sepultura para abrazar a su marido.
  • Tina.
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