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viernes, noviembre 22, 2024

CARPE DIEM | Turismo, el lado oscuro

Reportajes

NÉSTOR Y. SÁNCHEZ ISLAS

Al turismo nos lo pintan como la industria sin chimeneas, como sinónimo de ser una industria que no provoca daños. Lo que no se tiene conciencia y en Oaxaca es más grave, es que todo el oropel en que descansa está sobre los hombros de miles de personas sencillas que son las que, con su trabajo, atienden a los visitantes.

El turismo es una actividad vistosa, de elegantes hoteles y restaurantes, de luces, buena bebida y buena música. El esparcimiento, la relajación, la comida y la comodidad son sus fines, a veces también la cultura y, en nuestra tierra, el turismo de negocios es casi inexistente.

Es necesario visibilizar todos los ángulos de la actividad turística y crear políticas públicas que atiendan las dos caras de la moneda. Actualmente la atención y promoción está centrada en crear grandes flujos de visitantes porque, además, necesitamos urgentemente de esos ingresos. El turismo es nuestra gallina de los huevos de oro y es deber del Estado cuidar a esa gallina, que se sostiene en hombros de camareros, choferes, cocineros y demás personas involucradas indirectamente también.

El que Oaxaca sea zona turística tiene costos sociales que todos, aún lo que no están directamente involucrados, pagamos. Un boleto de avión o de autobús cuesta más desde Oaxaca a la CDMX que uno desde Tuxtla Gutiérrez, por ejemplo.

Ser un destino turístico nos convierte en una ciudad cara. Un servicio de taxi es carísimo comparado con otras ciudades. Los alimentos, las rentas y muchos servicios cuestan más que en una ciudad industrial. La especulación inmobiliaria está por todo lo alto, agudizada por la escasez de propiedad privada en Oaxaca y la falta de reservas territoriales.

Las políticas públicas en materia turística están basadas en la masificación cuando que la tendencia mundial es a la personalización de experiencias. Además de ello, las autoridades poco hacen para despresurizar los lugares en que se concentra, olvidando que existe un creciente turismo de aventura que prefiere las zonas naturales y el contacto directo con la cultura auténtica. Los espectáculos armados para consumo masivo están pasando de moda.

Dado que Oaxaca no tiene otra cosa que ofrecer nuestra propia cultura es la mercancía que se vende. Esto ofende a muchas personas y crea tensión social por la banalización de tradiciones, pero es nuestra única mercancía. Es el caso del enojo anual en tiempos de los Lunes del Cerro, la vieja discusión para determinar si es cultura o espectáculo turístico. La realidad de nuestra situación nos ha obligado a convertirla en un atractivo turístico.

Tradicionalmente las instituciones turísticas se han entregado a dueños de hoteles y restaurantes. La justificación está en los contactos que posean, pero se deja de lado el conflicto de interés en que ejercen los cargos pues siempre beneficiarán, primero, a los negocios personales y familiares. En el ramo turístico se da el tráfico de influencias y la corrupción, también.

Las políticas en materia turística deben actualizarse. Se debe tener en cuenta que los beneficios quedan en muy pocas manos, pero los costos de ser atractivo turístico lo pagamos todos. Por ejemplo, se extraen millones de litros de agua de cuencas de los alrededores para surtir a hoteles y su población flotante y, a cambio, es probable que en esas regiones no reciban nada. Se pagan campañas promocionales con el erario, pero los beneficiados son para los grandes operadores y unos pocos afortunados.

Es importante tener en cuenta todos los impactos que provoca esta actividad. La antropología social en turismo es una buena herramienta para estudiar, diagnosticar y mejorar las políticas para repartir los beneficios de forma democrática. Quienes más reciben son normalmente empresarios relacionados con el poder político como, por ejemplo, el uso y disposición del patrimonio edificado para la realización de millonarios eventos en que los beneficios son mínimos para la ciudad y su gente.

Está por abrirse, otro ejemplo, el “Centro Gastronómico”, construido con dinero público, pero que será rentado a organizadores privados para fiestas y eventos. El gobierno informa que se beneficiará a Oaxaca y, en parte es verdad, solo que las grandes tajadas serán para los privilegiados cercanos al poder y las migajas para los demás.

Ya hay tensión social. El barrio de Xochimilco lo ha hecho ver desde hace tiempo. No quieren más turistas, ni salones de fiesta, bares o restaurantes en su colonia. Estas protestas no deben ser ignoradas en la planeación de lo que será el futuro turístico de nuestra entidad.

El gobierno debe despresurizar el centro histórico y promocionar ampliamente otras zonas de la ciudad y los alrededores. Esto ayudará también a acotar la enorme especulación inmobiliaria que se proyecta hacia toda la zona urbana.

El turismo tiene un lado oscuro y es obligación de las autoridades aminorar tales impactos.

Twitter @nestoryuri

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