“Nunca, en los dos mil años que hemos ocupado estas tierras habíamos tenido el reto de una condición que pone en riesgo la viabilidad de la vida en los Valles Centrales de Oaxaca… de nuestra permanencia”, aseguró Juan José Consejo, presidente del Instituto de la Naturaleza y Sociedad de Oaxaca (INSO).
La crisis hídrica que vive el estado, pero más aguda en la región Valles Centrales, sostuvo, revela no sólo los efectos del cambio climático, también una serie de horrores de los que en un principio desiste mencionar porque, dijo, están a la vista.
Sus declaraciones ocurrieron en el contexto de la conformación formal del Observatorio Ciudadano/Comunitario del Agua y Medio Ambiente de los Valles Centrales de Oaxaca al que se sumaron 28 organizaciones de la sociedad civil, instituciones académicas y activistas.
El observatorio es una iniciativa que busca un cambio en la formación de políticas públicas a través del acceso a la información y rendición de cuentas, y al mismo tiempo, busca operar con mecanismos de contraloría social para vigilar la correcta ejecución del gasto público, generar información, así como el fortalecimiento de capacidades e iniciativas para protección, conservación, restauración y gestión integral del ciclo socio natural del agua y del medio ambiente.
Finalmente, Juan José Consejo aceptó hablar de los “horrores” de la crisis hídrica y enumera algunos indicadores.
El primero de ellos es la contaminación de las aguas superficiales y que están a simple vista, como las heces fecales que son arrojadas diariamente a los ríos Atoyac y Salado; el segundo es la disponibilidad del agua potable en la región y la velocidad a la que está disminuyendo: hace algunos años el cálculo era que los mantos freáticos, principal fuente de agua potable para la región de Valles Centrales, disminuía 35 centímetros anuales y hoy se estima que sea el doble, es decir, alrededor de 60 centímetros anuales.
Un tercer indicador es que el 90 por ciento del agua usada en los Valles Centrales no tiene ningún sistema de tratamiento, las plantas de tratamiento de aguas residuales que existen no sólo no funcionan y se vuelven también una fuente contaminante, sino que tampoco cumplen con la norma oficial mexicana.
Y un cuarto indicador, señaló, es que en los últimos 20 años la superficie de tierra que servía como impermeable para captar agua y que esta se filtre a los mantos freáticos, se ha reducido hasta en un 70 por ciento. Esto significa, que sólo queda un 30% de tierra que durante las temporadas de lluvia ayuda a la captación y filtración del líquido.
El presidente de INSO, también advirtió que no hay los suficientes datos o información para conocer con exactitud la magnitud del problema de la crisis hídrica en los Valles Centrales de Oaxaca, incluso que permita proyectar cuánto tiempo queda para que esto se acerque más a su afirmación de que estamos en una situación en la que se pone en riesgo la viabilidad de la vida en esta región.
Hay un estudio publicado en el año 2013 del Centro Interdisciplinario de Investigación para el Desarrollo Integral Regional (Ciidir) del Instituto Politécnico Nacional (IPN), liderado por Salvador Belmonte Jiménez, en el que se advierte que a finales del año 2030 se agotará el agua disponible en los mantos freáticos de los Valles Centrales de Oaxaca; en el año de la publicación de la investigación, precisaba que en los municipios que conforman la región se consumían anualmente 121.8 millones de metros cúbicos de agua al año; con el crecimiento de la población, es posible asegurar que ese consumo se ha incrementado considerablemente.
Juan José Consejo advirtió la falta de información relacionada con el suministro de agua potable y que también evidencia, las deficiencias en la distribución del líquido a los hogares oaxaqueños. Por ejemplo, mencionó que en el año 2017 contaron alrededor de la existencia de mil pipas (transportes que trasladan y venden agua potable) sólo en una zona de los Valles Centrales de Oaxaca.
Para él, algunas de las medidas que deben iniciarse para resolver la crisis hídrica, son un cambio espiritual en la relación de las personas con la naturaleza, un cambio civilizatorio sobre la manera en que nos hemos organizado y radical de las condiciones sociales y políticas, tomarse en serio la perspectiva de género para darle paso a las mujeres en la solución de los problemas, y voltear a ver lo que están haciendo los pueblos originarios no sólo en Oaxaca, sino en el mundo: “los pueblos originarios son la punta de lanza de lo que tenemos que hacer para salvar el planeta”.