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jueves, septiembre 19, 2024

El singular viaje a Juchitán

Reportajes

César Rito Salinas
Para Mariana

Un Mustang rabón, del 74.
En la carretera Tlacolula-Matatlán, infinita recta donde el freno de mano llama, pide entrar en escena a los ciento cuarenta kilómetros por hora.
¿Qué puede pasar?
El mezcal corre por la sangre, la ventanilla abierta deja entrar el aire caliente que lame tu rostro.
¿Qué puede pasar?
En dos horas llegarás a Juchitán, estarás en la tierra del viento, con las mujeres de lengua dulce. En la cajuela levas una caja de mezcal, la planta del pie derecho se hunde en el pedal, ruge la máquina, qué puede pasar.
El Mustang sabe, pide camino y viento y locuras.
La tierra del viento en el aire que miró la domesticación del maíz, que tomó en sus manos el tezontle. ¿Qué puede pasar? Las horas del aire caliente son un salto al vació.
Las palabras intentan fijar el tiempo del sobreviviente, elaboran la doble ficción.
La ficción total.
Entonces para qué ser congruente.
Que las palabras vuelen sobre su propio territorio.
El Mustang ruge como los motores de un avión, una máquina del aire, en poo tiempo estarán es las nubes. Canta la amorosa canción de las ruedas que se besan con la carretera, que se acarician y se buscan, que se lamen y se penetran hasta los alambres que ruedan y ruedan en esa forma que se pierde en el camio.
En este tramo inicia Mesoamérica.
El sol rebota sobre cristales.
El aire se congela en instantes de luz y sal, sed profunda.
El pedal del acelerador pide peso, opresión que impulse el mecanismo de los miles de caballos de fuerza.
El Mustang se sabe Mustang, corre desbocado.
Puedo sentir contra mis labios los diminutos cristales de la sed.
Arena.
La carretera Tlacolula-Matatlán, instantes previos a pasar por Rancho Zapata.
Narrar será la estrategia que oculta el juego entre representaciones, la acción.
Carretera del viento en silencio.
La mano busca, levanta en freno de mano en menos de lo que te lo cuento.
Y nada.
Como si una mano poderosa tomara el auto .
Levantar el freno de mano, entrar al trompo, meter el pie al acelerador mientras la mano baja el freno de mano entre el estruendo de balatas y ruedas que gimen la vieja canción de los solos en la carretera.
Y el arroyo abajo, rumbo a Oaxaca.
Y el motor ahí, ronroneando con o gato que se sabe nahual, caballo.
Y la bestia obedece, mueve el culo chato y regresa a la carretera rumbo a Juchitán.

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