César Rito Salinas
Quitarle toda seña del tiempo al poema, dejarlo solo en su naturaleza de letra, más allá de toda memoria.
Aquello era todo el apunte.
En la calle reventó el sol con su calor de perros sobre las ramas del huizache, frente a Monte Albán.
Se escucharon tres detonaciones.
La vida continuó como si se acabaran de escuchar los cochetes que llaman a misa.
Los hombres del barrio descolgaron las fornituras, sus guayaberas.
Algunos se sirvieron un vaso con agua.
Echaron la última mirada al patio.
Y cerraron bien la puerta.
No fueran a entrar los ladrones.