César Rito Salinas
Una forma superior de engañar a los días siniestros es salir de madrugada a caminar las calles del barrio.
Las estrellas bendicen los pasos del que deambula. En las esquinas las adolescentes forman tumultos de insomnes que salen a buscar la dicha de lo oscuro. Y es rico enredarse a horas impropias con un cuerpo ajeno, fresco de cama. Uno se encuentra con mujeres vampiro, fantasmas, zombis. Todas aúllan antes del alba.
Niñas sin sueño, sonámbulas.
Uno pasa junto a ellas y extiende la mano como quien saluda a la muerte que llega bebemos café con leche.
Ellas nos seguirán con su sonrisa como gente alegre que marcha tras una moneda antes que la luz del sol maldiga los cuerpos.
Marsupiales
Los instintos del marsupial andan sueltos por la calle con el viento de marzo.
Inicio de año, tiempo renovado. Otro poco. Algo rudo y vil como mirar las nalgas paradas de la adolescente que pasa junto a nosotros en una calle sola, y nos mira. Y uno no sabe dónde meterse para no ser víctima del Demonio que anda por los aires, desatando miradas.
Así, de árbol en árbol. Placentario. Así el Demonio, digo. O como esos días de sol y tirantitos, ombligueras de axilas transparentes. Febrero loco y marzo otro poco. Podría ser.
Tañer de campanas
Las calles están pobladas de política.
Los teléfonos celulares vibran, enloquecidos. De las paredes se escurren las consignas partidistas. La arenga vuela por los aires, libre. Los cafés arden de política y la calle de los enamorados enmudece, siniestramente. Los sombreros arrojan lemas por el sol, los aires. Las faldas andan a su vuelo por rumores inspirados de política.
El polvo de las calles muge politizado.
Al entrar la tarde yo me detengo en esta mesa sin bruñir perseguido por gente maldita que sale de las conferencias de prensa. Yo escribo mientras arde la ciudad de calores y política, viento necio, con un mal sabor de inicios de campaña electoral en la boca; metálico, cobrizo, como el tañer de una campana en un pueblo abandonado.
