Tan colorada como una zanahoria

César Rito Salinas
Naranja como una zanahoria.
La imagen del maniquí con cabellos color naranja se esparce en la ciudad de calores y calambres. La imagen vuela como las gotas de una fuente que intenta llevar un mediodía húmedo y fresco para nadie.
El maniquí que viaja en el asiento de un camión del servicio urbano y me mira desde los amplios cristales polarizados donde se reflejan las imágenes raudas y poderosas de la ciudad. El maniquí es una aguja perdida en un pajar, vuela al pasar junto a mi persona detenida. Alcanzo a ver la imagen del bulto con la marca de una palma de adolescente impresa sobre el seno izquierdo.
Todo lo femenino tiene el lado izquierdo más crecido, generoso.
Hasta en los maniquíes, lo juro.
Puede usted ver.
Todo está en detenerse en la calle y mirar las mejillas de la adolescente que pasa y sonríe con el lado izquierdo de su rostro terso, pleno, con mayor ejercicio de los sentidos en ese su lado siniestro.
Los dientes de las mujeres son más blancos del lado izquierdo, salga usted a la calle para que lo vea, será que mastican sus alimentos del lado zurdo de la boca.
Las mujeres que boxean tienen buena mano derecha, pero mejor izquierda.
Será que los golpes que dan a la vida vienen desde corazón.
Así este maniquí en el asiento del camión urbano, con una muy buena teta derecha: pero mejor la izquierda. Y la cintura breve, diminuta, y esa peluca naranja tirando a zanahoria. Naranja y zanahoria como los cabellos de la muerte que me mira.