César Rito Salinas
En días de aguacero Catalina ubica el refrigerador
Como puntual elemento en el cambio de signo literario,
Donde las lejanas cabezas de pollo -el hígado oscurecido-
Cobran presencia próxima,
Abordable desde la investigación literaria.
Levanto los cables, evito causar accidentes,
Catalina -como forma aproximada para evitar el encierro y su fastidio-
Se cuelga de lo que pende.
Podría asistir al gimnasio, practicar algún deporte,
Pero la gata y yo decidimos ahondar
En los estudios literarios.
Para profundizar estudios adquiero el alimento de la gata
En la pollería de la esquina,
Estamos contra el consumo de los alimentos industrializados.
Cada miércoles voy por frutas y verduras al tianguis de la colonia.
Mantenernos al margen de las corrientes alimenticias
Aclara el asunto de las corrientes en boga, tan repetitivas.
Podría ser difícil establecer una posición crítica
Al asistir a los sitios de consumo
Que frecuentan los escritores de la ciudad.
No llegarán lejos los esfuerzos dedicados a la forma de la narración
Al consumir los alimentos de la época del consumo.
Catalina practica la crítica cruel,
Desarma frivolidades,
Con rápidos y precisos zarpazos
Que lanza contra mis dedos.
La posición de ataque es esta: se oculta tras la tapa
Del trasto de las palabras. Cuando menos lo espero,
Tira a matar sus afiladas garras.
La crítica felina no se anda con rodeos.
Corta, arroja, devora aquello que está mal puesto
-lo que sobra por razones del comercio del libro-..
Las letras que no benefician a la ficción son atacadas.
No soporta las letras declarativas de la conciencia política.
Hay una poética que no responde a la filiación política
Ya sabida, Catalina sostiene su derecho a expresar
La visión gatuna con mayor justeza.
En la metaforicidad el gato
Resulta sinónimo de cierta literarlidad del explotador.
En la obra hay creadores ausentes.
Catalina se erige como el lector modélico,
Dispuesta a revertir todo orden establecido,
Maúlla, corre, duerme.
