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viernes, noviembre 22, 2024

La construcción del relato

Reportajes


César Rito Salinas
El pollito de cuerda se llama Juan, tiene plumas amarillas, da pacitos, se agita, gira, picotea el piso.
El pollito Juan produce un ruido singular, de plástico estrujado, cuando se activa.
La cinta blanca, Alberta, en las tardes de lluvia cobra vida, avanza, retrocede, se acuesta en la cama.
El pescadito de estambre azul, Luis, habita el mar de garras y dientes, gira, se revuelta -en todo momento con sus grandes ojos abiertos
Catalina alborota -bajo la banca- su caja de juguetes.
El día amanecía nublado, Catalina se enfada -duerme sobre el escritorio, escucha la conferencia de Martín Kohan cuando habla sobre el ensayo con un grupo de estudiantes como la escritura del reaprender.
La gatita pone mayor atención cuando Martín habla de la disposición de los materiales y la forma del relato, la novela.
Con su carita de inocencia se queda inmóvil, me mira escribir desde lejos.
Por la tarde sube al marco de la ventana y observa desde su puesto de vigilancia hacia la silenciosa calle. San Martín Mexicapan permanece en su caldo frío de fastidio donde nada ocurre, salvo las balaceras. En la esquina de Aldama, antes de llegar a la casa del ingeniero Plutarco, venden mezcal y caguamas. El año pasado en ese sitio, la casa de los mezcales, mataron a los ebrios.
La cosa pasó así: alguien llegó a beber, al calor de los tragos entró en discusión con los ebrios de la banqueta.
Unos dicen que lo golpearon, otros, que se hizo a golpes, resbaló y cayó, que nadie lo tocó.
El tipo regresó con una ametralladora, sin gesto alguno en el rostro bajó del auto, pegó el arma en su costado derecho y jaló el gatillo.
En la banqueta quedaron cinco cuerpos en silencio, en un amplio charco de sangre.
Cuando el tipo arrancó se escucharon los gritos, el llanto.
Llamaron a la policía.
La policía llegó, pero no conozco a policía alguno que sea capaz de atrapar al viento que corre entre sombras.
La colonia veló a sus muertos, el agresor sigue libre.
Desde aquel suceso, para los vecinos las ventanas son el punto donde inicia el relato, las versiones.
Hay quien asegura que la otra noche vieron el auto, hay quien dice que en la Central reconoció el rostro del agresor.
Catalina sube a la ventana, el sitio donde pasa horas.
Kohan habla de la solución narrativa del día, “evidentemente narramos. No pasa un día en nuestra vida sin que narremos”.
¿Cómo narrar los hechos reales?
Podemos dar respuesta a la pregunta en el caso de la ficción literaria. Pero nada sabemos de la narración de lo verdadero.
¿Cómo narrar?
¿Qué distancia tomamos de nuestras palabras al narrar?
Porque hay que tomar distancia entre el que narra y el relato narrado.
Ese es el punto.
Será necesario ubicar el tono de la neutralidad entre el pasmado y el idiota -o el muy vivo- desde ahí abordar la neutralidad insoportable, lo verosímil.
Habla cualquiera, pero narrar con fortuna pocos, muy pocos.
Cuando narramos acomodamos al que nos lee -o nos escucha.
Esto nos causa enfado, y es producto de la disposición de los materiales que utilizamos en el relato.
No soy yo el que narra, es la estructura del tono utilizado.
Para Catalina la narración es performática, ocurre sobre un territorio -el sitio que cuenta con la tradición de las palabras.
Para ella el marco de la ventana resulta el espacio ideal.
Pasa el tiempo, Martín Kohan concluye su charla ante el grupo de estudiantes.
Encuentro esto, ¿para quién se habla Martín? Para un auditorio determinado.
¿Martín es Martín ante el grupo de estudiantes? No, Martín actúa en el papel de Martín -el celebrado escritor- que, generoso y desparpajado habla con un grupo de estudiantes que admiran a Martín Kohan.
La literatura trata de esto, encontrar la distancia imparcial desde donde se cuente la historia con un tono específico, singular, que sea exclusivo de esa historia.
Lo demás, la musa, la inspiración, forman el mito.
El verdadero problema lo significa el encontrar una voz con el tono indicado para contar las historias.
Pienso que ocurre lo mismo con la pintura, en las telas y los papeles se cuentan historias, lo que hay que buscar será la distancia desde donde se ubica el narrador para contar esa historia.
Mirar es narrar.
El relato ocurre sobre un territorio -real o ficticio poco importa.
Narrar tiene la obligación de la construcción del narrador.
Sí, se construye la voz del narrador.
Catalina duerme en el escritorio.
En ocasiones se agita, suspira hondo, en su sueño el pollito Juan no deja de avanzar en aterradores círculos.
Lo dijo bien Alejandro Santiago, para pintar hay que levantar el cuentito -agrego: y quien traiga a nuestra mesa ese cuetito tendrá nuestra atención, esa extraña forma de lo que llamamos gusto y belleza.

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