12.3 C
Oaxaca City
viernes, noviembre 22, 2024

Carta a una joven de Ejutla de Crespo

Reportajes


César Rito Salinas
Si la novela, como dice Kundera, resulta del hecho de sentir la oscuridad que puebla el espíritu humano y que de palpar esa oscuridad se genera un impulso por arrojar luz sobre esa condición de oscuridad absoluta (abarcar lo insoldable), entonces el hecho de sentir esa necesidad de la luz también forma la novela. Esto lo realiza Mario Levrero (1940-2004) en La novela luminosa (2005).
Suena Bach, sus Suites para celo solo (1717-1723). Catalina corretea, incansable arroja zapatos y juguetes, cajas. Salta, brinca, se sube al escritorio, no para. Trepa a la cama, revuelve cobijas, almohadas; de pronto, se detiene. descansa en el piso. Su cuerpo refulge a temprana hora de la mañana entre el desorden; permanece con la vista fija en el techo de la habitación. Sus grandes ojos verdes enmarcan los tonos del celo -en su mirada está al inicio de la narración, el hecho futuro, el comienzo de una historia.
Levrero dice que no está seguro de cuál fue el origen de La novela luminosa, ubica hechos de su vida cotidiana que llevaron al pensamiento obsesivo, tenía que escribir esa novela; luego se contradice, descalifica los argumentos anteriores sobre el pensamiento obsesivo como origen de la novela y elabora el largo exordio con el tema de la vida cotidiana, su ciudad, su tiempo.
Vuelta tras vuelta, desde el no saber y el preguntarse, avanza, escribe.
Levrero aborda el tema que da origen a su novela.
Paro de leer -el hijo de la regran-puta me metió en su juego, no me doy cuenta de que oculta la trama con el hecho verdadero, las preguntas sobre el origen del tema. Y desde ahí, desde la disposición de los materiales, la jerarquización de los materiales cumple con el canon de la novela (el manejo entrecruzado de lenguajes estables).
Converte el no saber en su estilo, levanta desde una supuesta ignorancia del tema su poética.
Cabrón. Ahí detengo la lectura.
Las imágenes que comparte el novelista uruguayo no son más que la forma -una estilística-, su poética. Construye la sintaxis del relato desde las preguntas sobre el origen del tema, esto es lo más clásico de la narración. Que los párrafos estén dispuestos por preguntas que revelan el orden de importancia.
La novela latinoamericana aborda ya otro canon, no se trata de expresar el origen de un pueblo, una nación, de narrar con puntualidad los pasos fundacionales como descubrir el imán o el hielo. No. Se trata de elaborar preguntas sobre un presente imaginario para buscar el tiempo futuro de la sociedad.
El novelista funciona como clarividente, ¿con qué lenguaje trabajan los clarividentes? Con palabras que se acercan a los hechos humanos, las ciudades -lo local se convierte en universal, como el amor, la pasión, la muerte o el extravío.
¿Qué tema más universal habrá que el no saber? -esto me lo enseñó Zai.
Partimos del no saber. En la llamara era de la comunicación y el conocimiento se argumenta que el conocimiento está a la mano, a un reel, a un post, a un video de YouTube.
Pero no.
Son más las cosas que desconocemos, ha crecido la oscuridad del espíritu humano, somos sociedades de respuestas y carecemos -intentan que nos creamos- que ya no hay por qué tener preguntas.
Y el conocimiento nace de preguntas, no de respuestas.
Resulta imposible poseer el conocimiento del concepto y sus infinitas variables, no es humano saberlo todo, conocerlo todo. No es democrático porque le negamos espacio al hecho humano del aprendizaje por un tutor, un guía, un maestro. Ahora nos quieren hacer ver que nadie necesita de nadie, que la IA lo puede todo y nos otorgar todas las respuestas.
Las novelas no ofrecen respuestas taxativas, unívocas. Eso lo hacen los libros de autoayuda.
Las novelas logran que tengamos preguntas luego de leerlas porque de cada hecho, de cada suceso, de cada pensamiento expresado habrá miles, cientos de versiones y puntos de vista. Y es de humanos diferir, el no estar de acuerdo con la mayoría activa que ciertas zonas del cerebro sean energizadas y se activen con preguntas opositoras.
Lo más democrático para las sociedades es no saber, preguntar, diferir. Cada pregunta viene de un juicio, de un saber que se convierte en no saber y se expresa con desafío ante el ridículo.
Las sociedades gobernadas por las máquinas le temen al ridículo, a mostrarse desfasado, antiguo. Cargados por la obsesión de la modernidad -un presente absurdo- utilizamos para expresarnos palabras que no incomoden, que no molesten, que no transgredan normas de convivencia dictadas por una aplicación.
Y al sacarnos de nuestras preguntas, de nuestra lengua, aceptamos esta versión de la neoconquista.
”Mis dudas se refieren más bien al hecho de que ahora, al evocar aquel momento, se me aparece otra imagen, completamente distinta, como fuente del impulso”.
Alguien en una capital latinoamericana escribe, por cierta situación como el comentario de un amigo -que luego ya no será su amigo sino su enemigo- le vienen pensamientos obsesivos para escribir una novela sobre sus recuerdos de los hechos luminosos que aconteciendo en su vida.
Y esa es la historia, el novelista ingresa al territorio de la ficción y desde ese sitio argumenta su falta de conocimiento sobre la novela y el tema de la novela. Pero escribe.
Y ese hecho del escribir la novela va contra toda norma del lenguaje escrito manejado desde los tiempos de la primera gramática, siglo V, los griegos, que nos persigue como una maldición: escribe claro quien piensa claro.
Solo suena en la habitación las suites de Bach, el luminoso celo con Misha Maisky como su ejecutante (1987), Catalina duerme. En el piso están esparcidos los juguetes, las cajas, la ropa; los zapatos. Y sobre ellos el silencio, la gata duerme. En la agitada mañana de Catalina veo el principio de una novela que refiera al desorden vs mundo ordenado, medido (las suites de Bach).
Pound dijo (Cantos): el Paraíso está en el aire, no lo busquen en otro sitio.
Si, el aire cargado con música y silencios forma la representación terrenal del universo; el personaje no sería la gata sino su dueño, cuando ella duerme en silencio, donde crece la música interpretada por Maisky en la sala de un castillo europeo del siglo XVIII, Villa Caldogno, Italia. Pero antes de la música estuvo el desorden, la furia de catalina porque no llegaba su sueño. ¿con qué sueña catalina? A veces, cuando duerme, pide que la abrace con lentos, puntuales quejidos.
¿Puedo escribir la novela de Catalina? ¿Qué se yo de los gatos? ¿Cuál es la lengua gato? Intuyo que son felinos carnívoros que se guían por aromas, perfumes. Y Pound dijo: el Paraíso está en el aire; la atmósfera con sus aromas nos fundó el lenguaje, de alguna manera podremos comunicarnos con los carnívoros; en un tiempo fuimos aves, tuvimos canto. Pero caímos de la rama del árbol o fuimos devorados por aves carroñeras, desde ahí nos viene la vergüenza de mostrarnos ridículos.
La literatura plantea en nosotros preguntas sobre nuestra experiencia pasada y nuestra experiencia futura.
Para mí la buena literatura está en ser dador de impulso que genera mi propia escritura, el punto que desencadena la intención de escribir.
Levrero cumple a cabalidad con los requerimientos del canon occidental necesario para utilizar la palabra, el concepto de novela; suspendo la lectura de su libro, me llené de preguntas, y recuperé las ganas de escribir. Para muestra de tal afirmación, presento esta Carta a una joven de Ejutla de Crespo.
Cierto es, así de insondable y oscuro es el espíritu humano.

- Advertisement -spot_img

Te recomendamos

- Advertisement -spot_img

Últimas noticias