César Rito Salinas
Sin duda habrás oído hablar del Oráculo
Ismael Kadaré, El palacio de los sueños
De aquel Tehuantepec de mi infancia quedan los nombres
-las palabras que ya no existen ni en los sueños.
Las casas se derrumban, los gobiernos terminan, las iglesias se hunden en el polvo.
Me acercaré a los recueros fijados en el papel por un mecanismo sencillo,
Los hechos. Nadie habla de aquellos nombres, Chalo Panza, Beto Guiu,
Puma, Chu Hippie. Fueron vidas que se quedaron en el pueblo, hoy habitado
Por el olvido. De aquellos nombres, sus historias, nada queda.
Entre el mundo real y la literatura media un conflicto,
Las letras no sirven para nada. Se le niega la memoria, la vigencia de su tiempo.
Nada se puede hacer contra este hecho. La gente y sus historias se esfuman.
¿Qué queda por hacer? Nada. La literatura existe desde hace algunos miles de años,
Todavía recuerdo la historia de amor de Gilgamesh, aquella tablilla encontrada en las arenas Uruk, hoy Warka Irak. Los pueblos, las ciudades, son de vida reciente. Entrar a discusiones ociosas a nada nos conducen, en la inutilidad del arte está su vigencia. Si tuviera un fin de seguro ya lo hubieran secuestrado los gobiernos. Como carece de función, nadie se ocupa de las letras. El drama nos atrae, existe en todos los tiempos, necesitamos palabras solidarias cuando lo enfrentamos. Y ahí tenemos a la literatura, fiel a la especie humana. En la obra de cada escritor se nos ofrece el otro reino jamás visto, perdido sin remedio, olvidado.