César Rito Salinas
En la memoria tengo el recuerdo de la biblioteca de la Casa de la Cultura en Tehuantepec, una habitación larga con estantería rústica de madera donde se podía pasar la mano por el lomo de los libros, sin parar la mirada en ningún punto.
De lo breve, breve.
¿Quién impuso el canon para elegir los libros voluminosos?
Alcanzo a recordar que fue en las películas donde pude ver las altas bibliotecas habitadas por sabios, con gruesos volúmenes.
(En la Edad Media, periodo que corre del siglo V al XV, las bibliotecas de abadías y conventos mostraron la imagen del libro de banco, altos pliegos de papel zurcidos a un extremo, encadenados a la mesa, el espacio de los libros era conocido como scriptorium)
La difusión del libro y la lectura tiene como base la exaltación fantasiosa -nada más alejado del hecho de leer.
En aquel Tehuantepec de los 70, ¿podía un niño acercarse a los volúmenes? Eso fue imposible. Primero, porque en el pueblo no existían las altas bibliotecas.
Encuentro en la difusión de esta imagen del libro y la biblioteca, cierta imposición del canon urbano, aquel elemento que sirvió a un gobierno y a una generación como imagen ideal para imponer el estilo de vida a los ciudadanos.
“Sabe más el que más lee”, decía un slogan racista de una editorial en Oaxaca.
En el siglo pasado nos decían que lo importante provenía de la ciudad, que debíamos renuncia por nuestro bien a los elementos cotidianos que obteníamos en el pueblo.
Bien mirado, esa propuesta de renuncia -desarraigo- solo sirvió para levantar la ciudad monstruo que palpita alejada del libro y de las expresiones artísticas.
De aquellas últimas décadas del siglo pasado a la fecha, las fallas del espacio institucional para lograr el fomento de la lectura son muchas.
En estos tiempos ya no se utilizan libros gruesos, altas bibliotecas; no, utilizan a las gobernadoras y gobernadores, personajes siniestros, regordetes, con pésimo uso del español -las lenguas originarias para el gobierno no merecen difusión dentro del Programa Nacional de Lectura.
¿Qué imagen reciben los posibles lectores por parte de los gobernantes?
Una y solo una: finge, miente, esa es la ruta del éxito.
Vuelvo a la imagen de la biblioteca en la Casa de la Cultura de Tehuantepec, aquella casona en barrio San Sebastián, un sitio donde se puede pasar el tiempo sin obligaciones en compañía de miles de libros.
Hay días en que nos complicamos la existencia, nos alejamos de lo sencillo; o, como bien dijo Bukowski, que nos apartamos de mantener “sencillo lo sencillo”.
Mantener sencillo lo sencillo, esa es la chamba para el fomento del libro y la lectura.
El libro y su lector requieren de un espacio propio, un sitio donde no intervenga la autoridad, los adultos y su mundo de agobios, obligaciones.
Ninguna campaña institucional o de las organizaciones civiles tendrá éxito mientras no proporcionen un sitio para la dicha.
Las campañas fallidas de fomento a la lectura se olvidan del espacio, que es tomado por los nuevos lectores como el territorio que los hace diferentes al resto de la familia.
Pero ¿queremos que nuestros hijos sean diferentes entre ellos?
Como padres de familia, lo diferente nos aterra.
¿A cuántas familias con biblioteca en casa conoce usted?
¿Por qué pretendemos que las infancias sean lectoras si no pensamos que el leer es el performance del gusto por hacer nada?
La cultura de este tiempo fomenta la lectura con un interés, intentamos poseer herramientas para lograr “ser algo en la vida”, nada más opuesto a este pensamiento que la lectura.
Pienso en las horas que pasaba en Casa de la Cultura frente a los libros, en los minutos perdidos antes de decidirme a tomar un libro y practicar la lectura como premio por hacer nada.
Leer es el gusto por apartarse de las obligaciones, (nuestros días predomina la idea de la actividad útil para fortalecer el espíritu).
Nadie lee por obligación (los que lo haces fracasan en su “intento de ser cultos”) (leer por obligación es una idea religiosa).
Lo dijo Bukowski, que era un ebrio, “mantener sencillo lo sencillo” (todos tenemos derecho a ser nada, ¿por qué oponernos a eso?).