Cuauhtémoc Blas
Tener un mínimo tiempo de residencia en el lugar donde alguien será candidato y, quizá, autoridad, es un requisito que no debe desaparecer sino al contrario: reforzarse. De tres debe pasar a cinco años por lo menos. No es un requisito menor, pues la experiencia nos indica esa necesidad. Se ve en el caso de un político oriundo del municipio de San José Chiltepec, Irineo Molina Espinoza, quien luego de dos periodos como presidente municipal de su pueblo, le dio por ser presidente de su vecino municipio de Tuxtepec.
En su segundo periodo como edil de su comunidad, Chiltepec, adquirió una casa en la Ciudad de Tuxtepec. Con esto ya tuvo dirección para remitir su residencia en esa ciudad. Irineo ganó la presidencia de Tuxtepec, la más importante municipalidad de la Cuenca del Papaloapam , cobijado por el “voto ciego” de Morena, esto es, el voto que emite la mayoría de la gente sin fijarse en quién es el candidato del partido del presidente Andrés Manuel López Obrador.
No ser tuxtepecano, confunde a Irineo
Es evidente que Irineo, al no ser tuxtepecano y carecer de sensibilidad cultural, no logra procesar los signos y símbolos entrañables de los oriundos de ahí. Ante eso, no le puede dar importancia a asuntos claves, esenciales de la idiosincrasia local. Eso puede explicar que de inmediato se haya abocado a dañar un símbolo histórico del municipio: el Muro Bulevar.
Más de mil árboles se han derribado en un auténtico ecocidio realizado por el Ayuntamiento en esos terrenos. Muro que se levantara con la iniciativa del ingeniero Francisco Fernández Arteaga, hace 30 años, para detener las inundaciones de la ciudad. Junto con otras obras de embellecimiento también derribadas por la actual autoridad, como la Fuente de Cantera Rosa, igualmente construida con Fernández Arteaga.
Nayo Soriano Quiroz, el más conocido por activo custodio de los ecosistemas de esa área del Muro, denunció lo anterior, detallando que 500 de esos árboles eran frutales: naranjas, anonas, chicozapotes, aguacates; también de maderas preciosas como el cedro. Árboles de otros países conseguidos por Arteaga, todo fue echado abajo por el chiltepecano presidente de Tuxtepec.
La peregrina argumentación de Irineo Molina y su cabildo, es que ahí se construirá una zona comercial, con adefesios de módulos en vez de frondosos o nutritivos árboles frutales. También tiraron las gradas y techumbres de los campos deportivos. Los deportistas se opusieron a este proyecto depredador, pero igual fueron desoídos.
“Haga obra compadre”, con 120 millones
Desde Porfirio Díaz existe la recomendación inicua: “Haga obra compadre”. Porque en la construcción hay todo un mundo de posibilidades turbias. En el centro de este escándalo —sostiene Soriano— hay 120 millones de pesos que recibe el municipio de Tuxtepec a través de la Secretaría de Desarrollo Agrario Territorial y Urbano (SEDATU). Mismos que hay que ejercer, claro está, aunque tengan que derribar lo que sea.
Derriban Irineo y los suyos ecosistemas, áreas deportivas, infraestructura, fuentes y gradas: destruyen todo un patrimonio. Es un atentado contra la historia de Tuxtepec, sostiene Soriano. Pero eso no les importa, importa hacer obra, gastar 120 millones de pesos. Si hablamos del modesto y anticuado 10 por ciento, ahí van 12 ya.
Lo apoyan en esta cruzada depredadora una tercia de “ambientalistas”: Panteras, de una familia poblana que explota las albercas del Muro Bulevar, cobrando en un área pública; ECAFFS de Lázaro Ferreti, funcionario en ese Ayuntamiento como coordinador del Medio Ambiente Municipal; Ceiba Jaguar, del biólogo Alejandro Solís, empleado del regidor de gobernación municipal, Gabino Vicente. Todos con conflictos de intereses. Al contrario, la sociedad civil fue desdeñada. Nayo Soriano, presidente del Patronato Ciudadano por el Rescate del Muro Bulevar, sostiene que nunca fueron invitados a discutir el errado proyecto, pues, dijo: “Sabían que se los echaríamos abajo”.
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