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viernes, noviembre 22, 2024

Tras la foto que registre la alquimia del mezcal, Fernando Arce

Reportajes

César Rito Salinas

Las calles de la ciudad arden de festejos, en cada esquina se recarga la alegría. Pasado el sábado con el convite de las delegaciones que participan en el Lunes del Cerro de la Guelaguetza, por la ciudad la fiesta tradicional emerge bajo la mirada complaciente del gobierno, empresarios y turistas. El centro se convierte en la cantina más grande de la nación, el territorio mezcalandia. ¿Qué sucede con el mezcal que, en cada copa, nos deja la sensación que en ella se contiene la llave de la memoria? ¿Qué ocurre cuando el rito sagrado se convierte en acto profano?, Y en las comunidades, ¿cómo es el festejo de Guelaguetza? Sé bien que la fiesta habrá de terminar, pero ¿por qué mi mano no deja de apretar la copa de mezcal como si al apretar mi puño pretendiera alimentar mi alma? 

Para conocer de la imagen que registre la alquimia del mezcal, el proceso que convierte el olvido en memoria acudo a las respuestas de Fernando Arce, el fotógrafo del mezcal.

– Fer, quisiera preguntar sobre tu fotografía y la comunidad, ¿desde hace cuánto tiempo? – Mi encuentro con la fotografía en comunidades es a través de documentar la alquimia del mezcal, por primera ocasión en el año 2012.

– Entre la fotografía de paisaje y el retrato, ¿cuál tu experiencia en las comunidades de Oaxaca? 

– Me considero un fotógrafo que compone y construye la imagen antes de tiempo, con esto me refiero a antes de hacer click a la cámara, el retrato, para mí, fue una forma de auto exploración y una meta de contacto con la gente; dialogar, observar y repetirlo varias veces. Las personas de las comunidades son nobles a los retratos y son rostros y manos que trabajan la tierra, esto hace un objeto de atención a la mirada de muchos es muy vendible, yo no busco vender una historia, busco narrar y dignificar a través de una imagen fija a las personas que gratamente tengo el gusto de retratar, trato de comunicar su entorno social, vida cotidiana y el tiempo en sus miradas. Me inclino por la fotografía antropológica.

– ¿Cómo reciben al fotógrafo en la comunidad?, hay desconfianza sobre el uso de la imagen? 

– En lo personal tuve una experiencia con un retrato que realicé y que se hizo muy popular, esto fue hace algunos años, esta experiencia me hizo cambiar la perspectiva de ver las cosas hacia el quien debe o no tener el crédito de imagen, comprendí en lo personal que el derecho la imagen le pertenece a quien es retratado, llegando al acuerdo de permiso para reproducción de obra otorgado por la persona retratada. Es un método personal y me hace sentir que valoro a quien por algo estoy retratando.

–   Fotografía e industria del mezcal, ¿llevamos el rumbo similar al camino de difusión del tequila? 

– El camino es transmitir la cultura del mezcal, en mi caso como gestor de proyectos culturales en comunidades considero que crear proyectos únicos para las comunidades y no para las masas hace que tengan mayor autonomía y que propios comunitarios sepan del valor de su trabajo y producto, así, aunque vengan transnacionales a querer comprar su mezcal los comuneros tendrán muy en cuenta el valor de vender su cultura y tradición. Yo como fotógrafo tengo que dignificar a la gente que trabaja la tierra, el maguey y hace mezcal a través de una imagen.

– ¿Cuál tu propuesta para innovar la imagen de la planta, el mezcal y los productores?, ¿hay nuevos caminos? 

– Soy muy de la escuela vieja, uso mi Hasselblad para proyectos personales y me detengo a oler la tinta y el papel fresco en un impreso. Así que innovar me es difícil, soy más realista y es por ello que me dedico a la fotografía documental.     

Trascribo las palabras de Fernando Arce, contemplo sus fotos; en el corazón me queda la certeza, que contemplo el momento de la alquimia, el instante en que las notas olfativas y gustativas del maguey, la tierra semi árida de los Valles Centrales, entran en mi sangre a través del mezcal. En las calles la fiesta continúa, la Guelaguetza con su algarabía de todos los años deja un tiempo de silencio para disfrutar un buen mezcal.

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