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viernes, octubre 18, 2024

Los temas del periodismo narrativo

Reportajes

César Rito Salinas

Juan Carlos Zavala me invitó a colaborar en su espacio de noticias, Estado 20 y acá estoy, puntual me paso la madrugada en compañía de Alejo, el gato, en intentos por encontrar el tema del periodismo narrativo.

Escribir es practicar una forma de la libertad.

En las horas de la escritura utilizo el seudónimo Carpentier. El gato y yo formamos la pareja creativa que lleva por nombre el que perteneció a uno de los periodistas más grandes de América latina, Alejo Carpentier.

Con la diferencia que Alejo y yo no practicamos uan escritura del barroco americano ni el realismo del del tamal de mole negro en hoja de plátano.

Solo es un homenaje al autor de Concierto Barroco.

El relato viene en parejas, sobra decir: Quijote y Sancho, Sherlock Holmes y Watson, Romeo y julieta. Al final de cuentas, escribir es voltear la página de la lectura, ser el autor ser autor será elegir el camino de la compañía.

Si bien los escritores nos debemos a una tradición en la forma de contar las historias, también obedecemos a la realidad de este presente: hacen falta lectores. Ya nadie lee, y los que practican la lectura realizan la actividad con los ojos turbios de ideología.

La madrugada llega cargada de palabras, ulular de sirenas policiacas, detonaciones de arma de fuego.

¿Cuáles serán los temas del periodismo narrativo?

Mientras me levanto por un poco de agua, intento aclarar ideas: los escritores de nombre nunca obedecieron al público, los lectores. Plantaron el relato sacado de nadie sabe qué lugar.

Intento pisar el nadie sabe qué lugar.

Hago preguntas.

Regreso con el agua, Alejo duerme, el tac-tac de mis dedos sobre el teclado lo arrulla. El sonido nos lleva al espacio grato, la geografía de la infancia. Bien. ¿Pero cómo llevar el sonido que arrulla al gato Alejo hasta el lector?

Buena pregunta.

Cuando se atora el desarrollo de la colaboración voy, me documento. Los temas del periodismo son la marginación, la injusticia, el abuso, el abandono, la migración, la equidad. Si, bien, ya, perfecto, pero esta noche no queremos escribir sobre esos asuntos, no queremos  ir a dormir con la idea de que las letras salvan a los suicidas, los ansiosos, los desesperados.

No soy sicólogo, ni juez, ni gente del gobierno.

Escribo porque esta es la forma de ganarme la vida, porque es lo único que sé hacer, porque ya estoy viejo para aprender un nuevo oficio.

Escribo.

¿Cuál serán los temas del periodismo?

Ninguno; todos.

Alejo duerme en el sillón donde escribo. Sueña con el sonido que producen mis dedos al chocar con el teclado; escribo en una mesa pequeña, cuando salgo a la cocina Alejo despierta, levanta la cabeza -Alejo duerme enroscado, se hace una bola.; puedo jurar que ronca.

Para que Alejo no interrumpa su sueño escribo.

Para producir este ruidito que se levanta en la madrugada como el picar de pájaros o el masticar de huesos de los leones, las fueras o los demonios que emergen en esta hora en que las cosas de la casa duermen en silencio.

También cuando escribo busco la música, el sonido que me acompaña para ser el obediente obrero que labora la materia con que Alejo duerme, el piar de pollos sobre las teclas.

Escucho música, Coleman Hawkins.

El nombre del músico me lo compartió Cortázar, cuando publicó aquella crónica en que aparece Satchmo en un teatro de París -Louis Armstrong-, que traía como saxofonista a Lester Young.

Cortázar el jazzista.

Lester fue grande.

Pero no hay que caminar por ahí, donde cunde la heroína sobre calles oscuras.

Para encontrar los nuevos sonidos habrá que arriesgar el alma, desperdiciar la salud; no habrá nueva escritura sin tentación.

Por esta noche no quiero hablar de desgracias, de balaceras o de la muerte de infantes; por estas horas no quiero entrar al juego del diarismo (el cierto uso oficial de las palabras escritas).

Elijo amanecer con buen pulso, en calma.

Los temas de esta noche no derribarán tiranos ni repararán injusticias que carga la sociedad desde hace milenios -nunca han derribado gobiernos, la gente de la letra escrita siempre está ahí para cantar al nuevo gobierno).

Tal vez lo revolucionario sea practicar el lenguaje escrito, mostrar su forma -el ritmo de las cosas completas.

Tengo una libreta donde apunto los temas que abordo, las temas que tienen conclusión.

Por esta noche escribo en la libreta: Alejo Carpentier mientras Coleman arrastra una oración musical y sus mil variantes al saxo, en los límites de swing.

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