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jueves, noviembre 21, 2024

Un lunes en que negocia la SEP con la Sección XXII del magisterio

Reportajes

César Rito Salinas

Esta es la lista del mandado escrita en el índice del libro La inteligencia de la perversión (Paidós, Buenos Aires, 1998).

Este es un hombre que escribe sobre el índice de un libro al regreso del desierto.

La escritura nueva pasa la tilde, esquiva la tilde de la ñ y baja al lomo húmedo de la letra o; esta escritura desdeña el copete, el ornamento.

Esta es la lista del mandado donde escribo pan integral, mayonesa, jamón, comida para el gato, agua embotellada; jabón para lavar trastes, pasta para dientes. Entre muchas otras cosas. Esto escrito antes del Prólogo, entre la línea punteada y el número de página del libro que lleva por título Ensayos sobre Gide, Genet, Mishima.

Transcribo la escritura sin espacio:

Los odios pegan ladrillos a destajo, trabajan en obras de la construcción, cumplen el jornal antes que les alcance el viento arrastra andamios por el muro enmohecido, malhecho; utilizan la escritura como la demarcación del territorio.

 “Tenga cuidado con los cables”, advirtió el hombre ante mi imprudencia al caminar, “buscan los pies”.

La imagen pareciera que carga una velocidad interpretativa.

El agua crece, se reproduce entre cristales.

 .¿Una chela?

fiestas de agosto

el polvo del camino

lluvia ligera

En un tiempo buscamos perder entre las calles de la ciudad el nombre de la afrenta, el crimen. De tantos que llegamos del campo a la ciudad un día nos encontramos en los sitios cotidianos. Ahora buscamos la lejanía de la frontera para perder el nombre que nos recuerda día y hora en que pisamos vergüenza.

La narración de los crímenes hace la patria.

Levanta fronteras y los anhelos para imaginar una vida fuera de ellas.

Escribir sobre el crimen forma territorio, el espacio de la comunicación. El sol oscuro de la memoria crece en la tierra; en la oscuridad, se multiplica sobre muros y agua. Entre los cuerpos esparcidos por el suelo, como naranjas.

La búsqueda resulta actividad terapéutica, de detectives y productos similares.

Cambiar un epígrafe de D. H. Laurence por Malcolm Lowry (el pornógrafo por el ebrio) como lo haría cualquier civil movido por el terror que lo asalta, inusitadamente, de regreso a casa.

El asunto literario busca crear la ilusión de convertir la literatura en un bien personal. “Sabe más quien más lee”. ¿El saber lleva implícita la letra? ¿El saber derrota la soledad? La letra resulta un adorno, algo suplementario para hacer la vida como el bucle que cae sobre la frente despejada del niño borracho.

La madrugada con brisa marina.

Aquí no hay mar, pero las células de la espalda tienen memoria o lo inventan para recordar la sensación del espacio que muta en el preciso momento en que aprieta el miedo, la vergüenza.

En la vieja cantina del Pirata me espera el cristal de una cerveza helada, que reflejará mi rostro.

Ah.

 La cerveza entre amigos.

Si, la cantina de pescadores como marco referencial de una vida de aventuras, justamente al pasar el mediodía.

¿Hay un sentimiento de igualdad entre los hombres bajo la luz del mediodía? El susurro se levantó aquella noche sobre la brisa marina, “que parezca accidente”.

Vuelven los gatos a entrar por la puerta, como el sol. Como las moscas, como el aire de la tarde que agita la tela de tu vestido. Hay algo de fragmento, de imagen recortada en la memoria que entra a casa y se instala en el sillón como un fervoroso invitado. El gato camina entre tus piernas, hay algo eléctrico en sus ojos. El gato caja de alimento junta las patas delanteras sobre tus pies, alza la mirada y contempla el mundo como cuando se recuesta en el marco de la ventana.

Entra el sol por la puerta, tú caminas para espantar las moscas; el gato y yo vemos desde la sombra la claridad de la luz que entra por la puerta, que pasa entre tus piernas y el vestido.

Levanto mi escritura, empuño el marco texto de cera azul. La banca en la calle espera al hombre libre que sale de catedral. Un cielo azul recibe al hombre que carga la pureza de su alma maquiladora.

Levanto el marca textos contra la luz, me encuentro apto para subrayar. Yo tenía un poema, lo perdí en la playa. Tropelía, escritura que deja la hormiga sobre mi mano. Aforismos, armatoste de calores. La cera azul del marca textos deja su huella en la página contigua, como un habitante que se desnuda en la habitación de al lado. Hacer la escritura en una ciudad desconocida, fumar la combinación de tu tabaco, sentir en la mano la tibieza de la pipa como primera operación de la soledad que crece sobre la geografía y las letras.

En la calle los maestros vigilan las negociaciones.

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