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viernes, noviembre 22, 2024

En el valle de Tlacolula

Reportajes

César Rito Salinas

La especie de agave que socorre a los pobres lleva el nombre de cuish –voz zapoteca que dice hambre, tierra seca, abandono-. Crece solitaria en las laderas rocosas que descienden al valle de Tlacolula.

De la planta abandonada por Dios y el Diablo brota el mezcal, que alumbra los caminos del desesperado.

El poeta chileno Álvaro Ruiz dijo que Oaxaca es una ciudad antiestrés. El sabor del mezcal  lo cargo en la punta de la lengua, por donde quiera que ando; encendido como recuerdo de un beso.

Quien lo prueba una vez lo lleva, como la adolescencia repleta de recuerdos, sin deseos de olvidarla.

Entre ver y sentir hay un abismo, torpor, colibrí, corazón.

Un abismo lleno de mensajes.

Negro, amarillo, indio.

Las fronteras se multiplican, nunca se borran. Un día llegué de la aldea ubicada en el Pacífico mexicano para encontrarme con el mezcal.

Las copas alumbran el camino de los tristes, no tengo duda.

Los hombres salen del pueblo a buscar dinero, trabajo, poder -una mujer a quien amar-, yo me encontré al mezcal que me ayudó a llevar derrotas, tristezas.

Entre sentir y comer hay algo indigesto, putrefacto.

El lector forma una ecuación con el contexto, donde resulta derrotado.

El autor será el primer lector, jugará en los dos bandos.

Entre sentir y resentir cabalga la noche. Carretera Cristóbal Colón. Velocidad mínima de desplazamiento, a la entrada de la ciudad. Carro, casa, destino. Entre sentir y resentir disiento, hay pensamientos. Océano abisal, azul. Hay que comer palabras. Pétalo, flor, calabaza. Hay que comerse las palabras. Abejas, torbellino. Para que dentro del pecho crezcan y cuadren. Palabras contemplación.

Desde el mezcal hice mis pasos, encontré amigos.

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