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viernes, noviembre 22, 2024

La madrugada del 12 de octubre

Reportajes

César Rito Salinas

El primer sonido es importante, viene en la madrugada o a la hora en que mejor le pega la gana, marca un tiempo o levanta el tiempo -Henestrosa me dijo que podía demostrar que con la lectura se detiene el tiempo-, solo puedo decir que hay días malos en que los oídos se tapan, se saturan de ruido y silencio y por el aire viene el sonido que te levanta, te pone en movimiento.

A caballo. Un perro, un amor. Una mujer que empaca su ropa, prepara el cambio de domicilio.

El sonido de la campana llega desde su costra del bronce.

A caballo. Afuera cae la lluvia. O la mujer cree que cae la lluvia, el aguacero. En la calle espera un auto. Pero en cualquier momento, a todas horas, se detienen los autos en la calle. A caballo una mujer se despide, se marcha de la ciudad.

La mujer empaca sus cosas, blusas, pantalones, vestidos de fiesta. Collares, bolsos. La pañoleta de sus cabellos.

Afuera alumbra el sol.

Adentro está la sombra y el polvo de una vida, los días. Toda la basura se levanta cuando una mujer recoge sus cosas para marcharse.

A caballo.

El auto espera con el motor encendido. En la calle siempre hay un auto con el motor encendido, dispuesto a cambiar de sitio, mudarse.

A caballo.

El auto en marcha es caldo de pollo para el alma, su sonido de máquina encedida hace que vuelva la salud.

A caballo la lluvia se deja caer. O alguien imagina que la lluvia cae sobre la ciudad. A caballo.

Los caballos silban, resoplan en la sombra. Silba dentro de la madrugada el viento fuerte que corre en el patio.

Los cerdos andan sin razón en la calle. Aire loco, el silbido en la madrugada es del Demonio. Maúlla el aire, pan con café. Vengo de la ciudad, voy a la montaña. Pan con café. Voy al monte por un tlacuache par el desayuno.

Al arroyo me voy silbando

Pan con café.

La forma de reconocer el silbido del viento en la madrugada me la enseñó mi madre, indígena zapoteca, humedecía con saliva la yema de su dedo índice y lo ponía frente al vacío de la noche, me decía: escucha, pon atención, escucha. Con claridad podía observar las imágenes que se desataban bajo el conjuro, escucha.

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