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sábado, noviembre 9, 2024

El extravío de la Piedra del Rosario

Reportajes

Cundió la alarma porque un día la Piedra del Rosario dejó de estar a la vista en el sitio donde normalmente se le ubica sobre la carretera a Salina Cruz. Quienes guardan recuerdos de este megalito anchoso, saben que no hay maniobra posible para moverlo de su lugar, por el centenar de toneladas que constituyen su peso, y por su forma de barril inabarcable.

Sin embargo, compañeros y compañeros de lucha ( la vida es eso), un día la famosa piedra se invisibilizó y causó un estado de profunda ansiedad en los moradores del Rosario, y en los visitantes que se deleitan disfrutando la vista de una piedra irrepetible en el mundo de los objetos densos y ponderosos.

Durante varias semanas los lugareños dejaron de ver la piedra, no fue noticia divulgada masivamente pues eran los tiempos de las estaciones de radio lejanas, con información de otras zonas del mundo. Pero el tema de la Piedra del Rosario corrió de boca en boca de forma tal que hasta los inuits alaskeños se llegaron a enterar de su pérdida.

Se especuló mucho en relación a su pérdida, por supuesto; que si un avión la izó en peso para dejarla empotrada en otro lugar a fin de que se liberara de un tedio de siglos; que sí los gigantes de Gulliver vinieron en un barco y con simples aparejos la hicieron abordar esa especie de catamarán en donde viajan por la imaginación de lectores aficionados o consumados; en fin, hasta se manejó la posibilidad de que por un embrujo haya tomado forma humana y se trate, en efecto, del gordo que le vende café estimulado a los camioneros que se trasladan por la costera hasta los confines del mundo sabido.

Una tarde cualquier, querido pariente, un puchunquito bajó a carreras la cuesta del Coyul y, con el mayor de los apremios, informó a las autoridades que la piedra ya estaba de nuevo en su lugar. Lo de menos era saber cómo regresó, el piedrón ya estaba ahí, respirando por sus poros de feldespato y carbono, como un buey manso que recupera el hábitat de su querencia.

Cuetes, palomas, bombas, se escucharon por toda la comarca y todas las bandas de las comunidades vecinas se dieron cita para encabezar el cortejo encaminado a celebrar el regreso de la augusta Piedra del Rosario. Que nadie intente profanarla, picarla o esculpir en su cara el rostro de algún héroe, artista o personaje. La Piedra del Rosario es, por ella misma, el monumento que proclama la unión de los istmeños y los costeños, chontales y zapotecos, y demás banda otomangue residente en los entornos de la actual Mesoamérica. La Piedra del Rosario, con mayúsculas, es un don, un sueño, un avatar.

Fernando Amaya

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