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jueves, septiembre 19, 2024

Morena, la forma y el contenido

Reportajes

Dimas Romero González

En mi artículo anterior hice referencia a las contradicciones insolubles contenidas en el fondo del gobierno que encabeza Morena. Expuse elementos para demostrar que dejó intacta la estructura del Estado y que no hay participación real de las masas populares, a nombre de quienes dice gobernar. Los datos, creo yo, son irrebatibles, por lo que no hay tal “transformación”, a la que tanto aluden. Hoy, abordaré las contradicciones morenistas, pero desde la óptica de la forma.

“La forma y el contenido – sostiene el marxismo-leninismo-, son dos contrarios que se encuentran en unidad. Su unidad indestructible se manifiesta en que un contenido determinado se viste con una forma determinada…El aspecto principal de esta unidad es el contenido: la forma de organización depende de lo que se organiza.” (Fundamentos de Filosofía Marxista-leninista (1977), Progreso, pág. 196).

Partiendo de esta definición, vamos a la forma de la “Izquierda” en el país, que es quien organiza la “transformación”. Para entenderla, se requiere por fuerza analizar su desarrollo histórico, puesto que solo a la luz de los hechos se verá qué es en realidad.

De acuerdo con Anaximandro Pérez, investigador del Centro Mexicano de Estudios Económicos y sociales (CEMEES), el bengalí Manabendra Nath Roy rescató y financió al Partido Socialista Mexicano entre 1917 y 1919. Al configurarse un movimiento de izquierda con tendencias marxistas, el PSM cambió su nombre a Partido Comunista Mexicano en 1919. Pero los dirigentes nunca asimilaron la semilla semimarxista que Roy plantó, sus actividades políticas se limitaron a una lucha por la supervivencia. Al desaparecer el financiamiento soviético, tras la muerte de Stalin en 1953, el Partido y las masas se separaron. Esto se aprecia en el “Ensayo de un proletariado sin cabeza” que vio la luz en 1962, en el que José Revueltas denuncia las desviaciones y la inexistencia histórica del PCM.

La lucha concreta demostró que el PCM nunca tuvo brújula revolucionaria, sus organismos estudiantiles y magisteriales, no pudiendo hacerse con el poder del Comité de Huelga al principio del Movimiento del 1968, cuando sus principales líderes fueron encarcelados o asesinados, alejaron a las masas estudiantiles de la lucha, por lo cual se les acusa de haber negociado a espaldas del movimiento, según miembros del Comité de Huelga como Manuel Álvarez Garín y Gilberto Guevara Niebla.

En 1975 se hizo evidente la renuncia al marxismo y la persecución de puestos en el aparato de poder, pues Arturo Martínez Natera en su informe al Comité Central del PCM sostuvo: “… las fuerzas de izquierda y la corriente democrática en su sentido más amplio, tienen la obligación de prepararse concienzudamente para intervenir de manera nueva en la próxima campaña electoral…Durante años luchamos por una reforma democrática que modifique sustancialmente la ley electoral que pone en manos del gobierno el registro de los partidos y la preparación, organización y calificación de las elecciones. Esta ley niega los derechos electorales de las fuerzas democráticas y revolucionarias y trata de impedir la intervención de los comunistas…” (El partido comunista en la sociedad mexicana actual, Cultura General, págs. 13 y 18).

La continua represión gubernamental sembraba miedo e impotencia en el PCM y las organizaciones de izquierda. Esto los llevó a que, mediante negociaciones con José López Portillo, se realizara una reforma política que otorgó en 1978 el registro a los partidos políticos de izquierda. “Para noviembre de 1981, desaparecía formalmente el PCM, para unirse a otras organizaciones en el Partido Socialista Unificado de México (PSUM), dando lugar después al Partido Mexicano Socialista (PMS)”. (INEHRM, 2020, Pág. 20).

Una vez reconocidos por la gran burguesía mexicana, les estorbó la teoría marxista, y por ello, acorde con las “acciones de unidad”, el candidato a las elecciones presidenciales del PMS en 1988, Heberto Castillo, declinó a favor de Cuauhtémoc Cárdenas Solorzano, de la llamada Corriente Democrática del PRI, que daría lugar al Frente Democrático Nacional, que en 1989 se constituyó como Partido de la Revolución Democrática con los restos de todas las fuerzas de la llamada izquierda democrática. Dicho Partido postuló en 1995 a Andrés Manuel López Obrador a la gubernatura de Tabasco, y ante la derrota que sufrió frente a Madrazo Pintado, inició manifestaciones a la ciudad de México que le permitieron tomar relevancia política hasta llegar a la presidencia de este instituto, por lo que en 2000 se convirtió en jefe del entonces DF, lanzándose como su candidato a presidente de la República en 2006 y 2012. Al perder la segunda vez, abandonó el PRD y fundó Morena.

Esta engorrosa pero necesaria exposición muestra cómo los líderes de la izquierda siempre navegaron en las penosas aguas del oportunismo, sin asimilar el marxismo-leninismo, y con su incapacidad de fundir la teoría revolucionaria con la lucha espontánea de las masas populares. A la luz de esos hechos, podemos ver que desde temprana época se manifestaron las desviaciones de quienes utilizaron al PCM como trampolín para acceder a los puestos de poder, mediante las concesiones de la burguesía.

Para completar mis aseveraciones, recurro al análisis de Lenin -quien encabezó en Rusia la primera revolución triunfadora del pueblo trabajador en la historia de la humanidad-, sobre la base de las experiencias de las revoluciones en Europa que pusieron fin al feudalismo: “…estos seudosocialistas han sustituido la lucha de clases por sueños sobre la conciliación de las clases…la pequeña burguesía es atraída al lado de la gran burguesía, y sometida a ella en medida considerable por medio de este aparato (el Estado), que proporciona a las capas altas de los campesinos, de los pequeños artesanos, de los comerciantes, etc., puestos relativamente cómodos, tranquilos y honorables, los cuales colocan a sus poseedores por encima del pueblo.” El Estado y la Revolución, Progreso, págs. 23-28.

Eso y no otra cosa es lo que se oberva actualmente en la actividad política de Morena, cuyos líderes no emanaron del pueblo pobre y su lucha organizada, sino de los restos del oportunismo que se formó en la seudoizquierda, quienes hoy luchan encarnizadamente por las candidaturas a los puestos de representación popular, de la manera más burda y antidemocrática que los priistas y panistas.

La forma de Morena, que no es ni siquiera un partido político, sino un movimiento, está determinada por su contenido, que no es otra cosa que la pequeña burguesía, que se ha encaramado en el discurso de izquierda para arañar la mesa del gran capital, mismo que con tal de seguir en el poder les lanza unos mendrugos al suelo. Este gran capital necesita un partido que le permita simular que gobierna para el pueblo, y encontró el cascarón perfecto.

El partido político realmente del pueblo, que forme sus líderes en la lucha auténtica y consecuente por un país más justo y equitativo para quienes generan la riqueza social con su trabajo, es una tarea todavía pendiente en el país, aunque como dijo la sabiduría popular… ya nos estamos juntando.

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