Estaba una buganvilia, la esquina, la banqueta frente a la jardinera con su maguey, su flor de mayo, flor del cuervo que decían los antiguos, flor de los dioses que conducen al sueño con los ojos abiertos, el papel donde escribo, el lapicero, el punto frente a los cuatro caminos frente a mi mirada, estaba una banca, los autos, los semáforos, la gente detenida frente al semaforo en rojo, el cielo, no habían ruiseñores sobre el cielo arriba del edificio de la tienda que crece junto a la banqueta, los autos, los señalamientos viales marcados sobre el asfalto con líneas blancas y amafillas que forman la calle, las casas, los hombres que construyen las viviendas, los techados, el herraje de las ventanas, las puertas y sus picaporte qye abren y cierran las viviendas que se levantan junto a la línea amarilla que marca la separación que existe entre la banqueta y la jardinera con su gato negro que se enreda en mis piernas y levanta la cabeza con su figura de ojos verdes, ojo de moco, que me mira sentado en espera de mi mala o buena suerte mientras te aguardo sentado en una banca a un lado de la chelería