17.4 C
Oaxaca City
viernes, septiembre 20, 2024

El lugar de la poesía en tiempos de la desgracia

Reportajes

César Rito Salinas

En los últimos días escucho programas, noticieros de radio que tienen como el tema central Acapulco, la desgracia que causó el huracán Otis. Me harto. Las desgracias nacen con su tiempo medido, su fecha de caducidad.

Cuando estoy harto busco escuchar -también por la radio- otras voces, otros tonos.

Fue así que, con este ánimo del hastío encontré a un hombre que en su baño grabó el programa sobre el nuevo periodismo, mientras se afeitaba la barba.

Qué tiene de singular que alguien grabe su colaboración mientras se arregla para iniciar el día. Nada -o todo, si consideramos que el periodismo por guarda por fin primero y último el conmover.

De la basura que escucho me nutro o, como dice Benjamin sobre el trabajo del historiador, establezco para informarme la función del ropavejero, del vagabundo que camina por la calle y recoge lo que sale a su paso, aquello que convoca su pregón. “Fierro viejo que vendan”.

El tipo que se afeitaba  en el baño citó a Roberto Bolaño, “la poesía del siglo XX está escrita en prosa”, dijo el autor de Los detectives salvajes.

La frase con acierto me hizo abandonar mi papel de ropavejero, o el de ejercerlo con precisión. En el acto, abandoné lo que escuchaba. Me puse a elaborar una continuación a la frase de Bolaño. “En el siglo XXI la poesía está escrita bajo la forma del periodismo, nos llega en forma de noticias”.

En este tiempo nadie lee poemas, o todos somos lectores de poesía que viene con la forma de la nota periodística.

Estamos rodeados de catástrofes, de situaciones que nos llevan a ejercer la sensibilidad que nos constituye.  

Y retomé la frase de Pound: “El poema trae noticias”.

Paund que dijo “el poema está hecho con el lenguaje simbólico”. Eso en unas ocasiones, en otras quiere decir lo que dice, tal cual, sin simbolismos.

Tanto el poema como la nota informativa busca conmover, digamos que cuentan con la misma pista de arranque.

¿Por qué digo esto?

Me gano la vida con el periodismo -asumo mi trabajo como un “producto del lenguaje” (la definición no es mía, es de Octavio Paz, la elaboró en su libro El arco y la lira). Me atrae el tonos de voz, más que la expresión, el contenido o los significados de las palabras.

No soy el que mete la grabadora y llega a su casa a transcribir, que satura el espacio que habita (¿en qué tiempo se trascribe la entrevista? La casa nos espera repleta de pendientes, de obligaciones, de cosas por hacer -lavar los platos, hacer la comida, sacar la basura, levantar la cama).

Y el periodista que transcribe llega ya saturado al momento en que se requiere la sensibilidad y algo de talento para distinguir el tono de las palabras, las marcas, los gestos que establece la declaración, el lenguaje de la tradición oral para encontrar en esa voz que transcribe los indicios que lo lleven a la declaración “objetiva”).

¿Qué es eso si no la forma de establecer el poema?

Encuentro los mismos pasos, la misma metodología en ambos casos.

El espíritu humano, la capacidad de asombro, no sabe de géneros literarios. No distingue entre prosa y verso, poema o reportaje.

Solo requiere de las palabras necesarias que lo lleven a conmoverse. el ejercicio de la empatía a partir de los sentidos y su memoria.

Lo arriba escrito es la definición de “lector”.

¿Quién nos dice que la declaración del forense no lleva al lector a establecer un poema?

Todo ocurre en la cabeza.

Al momento de encontrar el sentido del lenguaje escrito nada nos dice que el significado de la palabra nos lleve a reconocer una intención, un sentido.

Puedo decir “cielo” y tendré la intención de decir otra cosa en lugar de lo que connota la palabra “cielo”, esto lo saben los enamorados.

Cuando leemos el periódico, escuchamos noticieros de la radio, la televisión ejercemos nuestra capacidad de la perspicacia, de la desconfianza, del no creer.

El lector arranca la lectura desde el descrédito, marca una distancia entre su experiencia y lo que está leyendo. Este es el principio de la comunicación con la escritura.

Igual que cuando leemos un poema.

Pienso en Marcela Turati, en su trabajo El pozolero.

Hay cosas en ese trabajo que fueron investigadas y que no logro comprender.

Pero el cuerpo del lenguaje, las palabras escritas están ahí y me conducen a sonidos, atmósferas, olores, percepciones sobre mi país.

El trabajo de Turati me parece similar a la poesía de José Emilio Pacheco, aquellas palabras que cantan a la ruina, a lo que fue y desaparece, las que entonan la canción de lo que fue y ya no está.

Y ahí está lo que llamamos “poesía”.

Habrá que recordar acá que, desde Dante, el poema se ocupa del lenguaje popular con palabras que están unidas a figuras gramaticales.

La poesía moderna viene con Dante, siglo XIV, donde el héroe popular ya no es un noble, un rey, un príncipe, un duque, sino el poeta que canta con las palabras cotidianas que utilizamos todos. 

Por todo lo expuesto puedo afirmas que el lugar de la poesía en tiempos de la desgracia -muchas veces- está en la nota periodística, las crónicas, los reportajes, las entrevistas, actividades todas que fijan el tono de la palabra humana.

Artículo anteriorComo se marcha la luz en la ventana
Artículo siguienteLos sin sombra
- Advertisement -spot_img

Te recomendamos

- Advertisement -spot_img

Últimas noticias