César Rito Salinas
Inaccesible. El sitio donde nadie puede llegar a destruirte, ofenderte. Inaccesible es el espacio de una persona. Ahí, en tu persona, nadie puede alcanzarte por más que lo intente, ni el pueblo ni el gobierno, la injusticia. ¿Alguien puede alterar el sitio del hambre? Ese espacio pertenece a la persona, resulta intransferible.
Intento acercarse y compartir aquello a lo que no tengo derecho de acceder, la angustia ajena.
Me apoyo para intentarlo en autores muertos, subrayo.
Este es un intento por fijar el triple texto sobre un mismo espacio. Leo, subrayo, anoto. En la misma página hay diálogo y ausencia, imposición y concilio, el intento por comprender la atmósfera de lo escrito que está más allá de los significados de las palabras.
Asunto municipal. No hay otra forma de ocupar el texto más que intervenirlo, hacerlo propio y compartirlo con el lector.
Así, como quien comparte una virtud secreta, casi un vicio nuevo (lamer la espalda del sapo para encontrar composiciones enervantes en la transpiración animal podría ser una imagen adecuada o lamer tras la rodilla de una mujer, hasta que ella alcance su orgasmo).
Ella fue al mar a encontrar paz, se encontró conmigo, La playa estaba repleta de murmullos. Yo venía cargado de piedras del infierno. Mi cara de huérfana decía cosas. Ella desató la cinta de sus cabellos para secar el sudor de mi frente. Así hicimos el camino. Yo, mudo y ella con la cinta humedecida de transpiración entre sus manos (la mujer escribe, porque es fuerte).
De la escena marítima del dos solos me traslado a un espacio escénico -realizar la traslación es uno de los ejes del relato.
En la instalación utilizo una fotografía o una serie fotográfica, foquitos. En la mesa de noche aparecen dispuestos lápices y marca textos. Hay tres colores. Azul, amarillo y rojo sobre el pequeño mueble de madera junto a la cama.
En un tiempo subrayaba con el color verde bandera, pero esa costumbre la fui desechando con los años de práctica. Leer genera cierta realidad opuesta a la esperanza.
En la imagen aparecen dos lápices de distinto tamaño con la punta afilada. El tamaño del lápiz cuenta una historia de desvelos y desencuentros, hallazgos y madrugadas hasta donde desciende secretamente el olor de los bosques. Por más curioso que parezca, en la serie de foquitos se comunica la temperatura de la habitación.
La verdad es esta, comunicarse con el lenguaje escrito ocupa el terreno de la ficción, el espacio que está abierto a todas las miradas y hecho con múltiples interpretaciones. No obstante, debo apuntar que en cada intento por establecer el significado de las letras dotan de una herramienta, una cadena que nos ata y jalona a inmiciar nuevos intentos.