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viernes, octubre 18, 2024

La canción del nonato

Reportajes

César Rito Salinas

Para mi gato Alejo

Pasadas las fiestas de Muertos llega la noche del domingo, la hora en que los vacacionistas se marchan. La escritura llega a socorrer al que se queda cuando la noche emerge cargada de presagios.

La semana inicia cuando la pena carga los hombros del que se queda en la ciudad vacía. 

Regresaré de este tiempo fortalecido.

Como en la lista del mandado, ordeno pendientes.

 Escribo pendejadas. 1. ¿Por qué debo regresar? 2. ¿De dónde? 3. ¿Fortalecido contra qué? El mundo embrutecido relaciona asuntos absurdos, en busca de un orden geográfico. Una planicie donde se desarrollen las obsesiones.

No tengo que regresar a un sitio mientras veo estrellitas.

Nada me obliga a volver.

Me acoplo a un mundo bello, oscuro y sin piso.

Estrellitas. Este sitio me agrada, aquí no siento mi pecho. Ni el dolor de muelas. Ni escucho el caer de mis cabellos, millones de sonidos que se arrojan al vacío en cada instante. En lo oscuro no siento el peso de la noche sobre mi espalda.

Lo oscuro es un sitio agradable, ¿por qué habría de salir? La luz atraviesa los cuerpos, hiere. La oscuridad los abraza, los reconforta. Rehace. Los consiente.

Nonatos, uníos.

Me gusta que la velocidad del lápiz, la punta del lápiz, se sobrepone a mi dislexia.

Coge su ritmo. Acelerado constante como una música que sale de mis pulmones y desobedece el orden de la razón, la cabeza. Escoliasta. Reglas para medir el sinsentido. Respirar no tiene sentido. Salir al día y decir buenos días, tampoco.

Comer estrellitas tiene sentido, sentir el vacío de la mandíbula estrellada.

Y escribir como máquina que proyecta imágenes, ser cine callejero. Que mis manos se conviertan en proyector de imágenes con su velocidad sin gobierno que ataca los recortes de rostros y columpios, cuerpos y paisajes donde tú te pierdes.        

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