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viernes, octubre 18, 2024

El puntual sueño de Alejo

Reportajes

César Rito Salinas

Entre el nombre de la compañía aérea y la fecha del vuelo escribo.

Alejo me mira.

Una idea es un vuelo. Eso es lugar común, tópico literario. La idea se va, se marcha. Llega y se marcha mientras yo ocupo el espacio de la espera (eso no es tópico).

La tarde pasó entre pregones, llegó el gas, escuchamos “empanaditas de lechecilla”. En la hora de la tarde el cielo se llena de gritos, vendimias.

Alejo -gallardo- escucha los gritos desde la ventana. De cuando en cuando voltea a verme como si lo angustiara esta pregunta: ¿cuándo saldremos a la calle? 

La idea desaparece.

¿Habrá un cementerio de las ideas?

Claro, las ideologías, los manifiestos.

La idea es una polea, siempre en movimiento.

Soy terco, me mantengo en mi puesto de combate frente al trasto de las palabras. Como Alejo fui niño de la calle, fui niño ebrio. Como Alejo, puedo poner atención a un detalle. Por muchas horas, sin moverme del asiento.

La idea cuando se detiene muere, pasa a ser patrimonio de los museos, reliquia.

La idea siempre en movimiento, lo demás es dieta dura. Ideología. Rugir de viejos leones en el lobby del hotel.

Encuentro, que Alejo, tan terco para permanecer en este espacio de la escritura, también es acosado por ideas propias.

No sé por qué relacioné lobby con hotel.

Será por los aviones.

Será que al final de cuentas escribo del viaje y relaciono viaje con cansancio, espacio para dar mantenimiento a las poleas.

Cuando llega la madrugada Alejo viene por mí, de un salto sube al escritorio, posa su cuerpo de pelos sobre el cristal. Puedo ver en su reflejo los rasgos de un tigre, un león rey de la selva.

Taller Mecánico de las Ideas.

La hora del vuelo determina el espacio en blanco que anda por el cielo vaporoso del papel donde escribo.

Obedezco, ciero el tasto de las palabras y me marcho a la cama, seguido por mi gato.  

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