César Rito Salina
Algo ocurre cuando sientes el impacto del puño contra tu mentón, tan claro que si te pidieran dibujar el impacto lo podrías hacer con detalle. Y al momento entrecierras los ojos como acto reflejo, puro instinto de conservación que anticipa el momento cuando se oscurece la realidad para protegerte.
Ves estrellitas y sientes cómo tu cuerpo pierde la vertical (te desplomas).
Sientes que caes (mundo consciente), con los ojos cerrados fuera ya tu percepción del entorno de tu cuerpo mismo.
Un afuera que no te pertenece ni tú quieres integrarte, reconocerlo cuando flotas.
Te sabes en la lona, todo oscurecido (mundo consciente) y algo revuela y se sorprende en la oscuridad como quien integra por primera vez a una habitación y una voz le dice que será su espacio.
Inicio del torpor. Tu corazón como el corazón del colibrí mientras duerme, reduce pulsaciones para conservar la energía que alimenta a los órganos del cuerpo.
Tu pasado resulta lejano.
El cerebro reinicia el procedimiento de arranque, como lo hiciera con el primer hombre sobre la tierra desde lo oscuro (mundo inconsciente). Abres los ojos, contrapicado, descubres que miras el culo de las lámparas.
Contrapicado. Torpor apenas. ¿Dónde estoy? El nuevo mundo inicia con una pregunta. ¿En qué lugar estoy?
Tu corazón se acelera, transpiras, lo sientes en tu espalda.
De pronto de un golpe de energía sobre tus piernas te incorporas, extraviado (torpor, la energía lenta que corre por tu cerebro). ¿Dónde ocurrió el cambio del mundo consciente al mundo inconsciente y vuelta al consciente excitado? Pasaron siglos. ¿Hay registro de esta oscuridad? ¿Fue oscuridad? ¿Luminosidad sin registro? Rebobinas y mientras lo haces alimentas tu memoria de preguntas.
