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sábado, octubre 5, 2024

En el ISSSTE no se aceptan cámaras ni teléfonos por temor a ser denunciados

Reportajes

César Rito Salinas

Amarraré mi dedo antes de cortarme: “Esta narración pertenece al reino de la ficción, cualquier parecido con la realidad favor de reclamar en la ventanilla correspondiente que atiende la Señora Realidad”.
Hecha la aclaración, va que va.

  • ¡Qué bien se vive en Dinamarca!
    A una profesora jubilada con más de sesenta años de servicio tocó en suerte que padeciera enfermedad su señor esposo. Y, sin pensarlo dos veces acudió a un médico particular.
    Qué en este caso no era médico, sino médica.
    La profesional de la medicina, al ver la edad del paciente, con el resultado de los estudios que mandó realizar, dijo:
  • Hay que internarlo.
    E internado fue, con un pequeño detalle para lograr su ingreso en el Hospital General del ISSSTE.
    ¿Cómo hacer que la atención de un paciente mayor sea expedita? El este país la gente sufre para lograr espacio en los hospitales. Se han visto casos en que la atención de urgencia dilate meses, hasta años.
    La buena doctora escribió causas graves en la orden de hospitalización, refirió características de un mal mayor, algo que requería inmediata urgencia, sin cuestionamientos. Y de esa forma, con ese subterfugio, hizo que aquel paciente ingresara en dos días.
    La familia enfrenta temor cuando se les informa de alguna hospitalización.
    El pueblo sabio dice: lo último que muere es la esperanza.
    La mera verdad, si el paciente no se agrava de la enfermedad que padece muere de la infección por algún virus de los que campean -pululan- por las instalaciones hospitalarias que administra el gobierno.
    Igual que en Dinamarca.
    El paciente de este relato se vio agradecido cuando miró llegar hasta a su capa a dos jóvenes, diligentes médicos que hacían su internado para la especialización.
    Algo tienen los nuevos médicos que no inspiran confianza, padecen esa enfermedad contagiosa llamada incultura.
    Quizá sean sus fachas, el sucio uniforme.
    Sí, jóvenes en el periodo de capacitarse para salir a dar atención al pueblo bueno.
    El primer resultado de la consulta hecha ya dentro de las instalaciones hospitalarias fue, “bájenlo a piso”, luego de comprobar con una charla que el paciente no traía más que la gravedad de sus plaquetas bajas.
    En toda historia de la hospitalización siempre hay un familiar que acompaña al sufrido paciente. Alguien que funciona como Virgilio de Dante en el reino del dolor.
    Al señor lo acompañó una hija, periodista ella para más señas.
    La hija firmó de responsable del ingreso hospitalario. Como buena periodista leyó el reglamento impuesto por la dirección del nosocomio.
    Con alarma pudo leer: No se aceptan teléfonos ni cámaras de grabación.
    En las horas en que vigilaba la recuperación de su padre, pudo ver algunos detalles, acá pongo dos cuestiones que prevalecen en la atención del ISSSTE.
    Un diálogo entre profesionales de la medicina:
  • El ratón no sirve.
  • ¿Qué ratón?-
  • El mouse de la compu del quirófano.
    La segunda escena pertenece a la realidad concreta que el santo barón que administra los destinos y recursos de la nación trae en menta para favorecer al pueblo bueno.
    Un foco.
  • Disculpe, la cama de mi padre carece de iluminación.
  • Espere un momento, ya lo reporto.
    Pasó un día y pasó otro, pasó otro más. El foco seguía sin dar luz.
  • Hija, por qué no le mueves, a ver si no está flojo -dijo el paciente.
    La señora con más miedo que precaución la hizo de electricista. Añgo apretó, algo aflojó de aquel dichoso foco. Y se hizo la luz.
  • Bueno, tantas cosas que no sabemos de Dinamarca -dijo para sus adentros.
    Todo esto lo cuento por un hecho, resulta criminal que se brinde servicio hospitalario a los ancianos, luego de cotizar a puntualidad durante sesenta años de servicio.
    -0-
    La mañana del jueves desperté temprano, en el trasto me esperaba El nuevo museo del chisme, de Edgardo Cozarinsky. El texto me llevó a pensar en la historia que recién me contaron -de primera mano- que recién comunica a ustedes. Si, el lubricante que logra se compongan las cosas, que enderecen el rumbo las instituciones, es el chisme. ¿Por qué no habremos de relatarlo para los lectores?
    En las marchas de protestas contra el gobierno que realiza la Sección XXOO del magisterio desde hace treinta y ocho años se puede escuchar el coro: ¡Al Issste ni de chiste!
    La historia recién contada me hizo pensar, tanto que lucharon los maestros contra Calderón y Peña, tanto que apoyan a López, para recibir una atención hospitalaria que no se le le desea ni al perro callejero. Fueron Calderón y Peña los que lograron que llegara la tecnología a los servicios hospitalarios, scanner, tomografía axial, intervención a distancia a corazón abierto.
    Y ahora, ni un foco les pueden brindar para hacer menos doloroso el espacio de su atención hospitalaria.
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