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viernes, septiembre 20, 2024

La cofradía de los hermanos de la Costa

Reportajes

César Rito Salinas

Desde que el mundo es mundo existen los hermanos de la costa.
En un tiempo fueron legión.
Sólo bastaba que alguien posara la planta de sus pies sobre la espuma blanca del azul profundo para que supiera que nunca más podría vivir sin ese olor y ese sonido.
Cuando se supieron muchos, hicieron las leyes de la Cofradía.

Basan su presencia en la libertad.
Son hombres y mujeres que valoran su libertad por sobre todas las cosas: sobre la ciencia y la religión; sobre el poder mismo.
Una de sus principales características es su ser incivil.
Pero creen en una sociedad.
Sus leyes los acercaron a la utopía.

Uno de sus primeros reglamentos es el siguiente: los objetos y las mujeres pertenecen a quien los posee, sin que medie otro principio jurídico o religioso.
La mujer es del hombre con quien está.
Las armas son de quien las porta; sin más discusión.

Su Ley Establece que los hombres son responsables de sus actos y sus voluntades están sujetas a ellos mismos.
No reconocen otro gobierno ni otra ley que la propia.

Todo su territorio no llega más allá del espacio de suelo que pisan sus pies.
Sostienen que el hombre no requiere de otra propiedad: sus armas, su mujer; su navío.

Contienen su convivencia, la Cofradía, en la hermandad y la camaradería: esta hermandad les permite emprender empresas comunes: en la libertad se congregan para atracar un barco, robar mujeres en los puertos, embriagarse en los burdeles.

Algunos autores sugirieren desde hace muchos años que la Cofradía surgió en el mundo por la voluntad de poetas y juglares, músicos, que no obedecen otra ley social en la tierra que la propia.

Esta afirmación sobre su origen puede llegar a ser un acercamiento importe al origen de la Cofradía.
Resultaría singular que se juntasen poetas, juglares y músicos con la marinería: los hombres y las mujeres del mar.

Conquistaron muchos territorios en las costas de América, Europa, Asia y África.

Sus pasos eran guiados sobre todo por el sonido del mar.
Sus almas estaban repletas de un mar específico; por eso no temían recorrer millas y millas del océano.
Para ellos lo único que importaba era llegar a las aguas que producían el sonido que imperaba en su cabeza.

Sus capitanes fueron famosos por ser excelentes conductores de vidas y cardúmenes de peces. Capitanes de mar y tierra, burdeles.

Otros autores opinan por estas fechas que la Cofradía de los Hermanos de la Costa está francamente extinguida.
Porque ahora a los jóvenes les interesa una libertad obsequiada, sin que les cueste nada, porque la modernidad los lleva a ser gatos de bodega, acostumbrados a la mano que los alimenta.

Francamente no lo creo así: porque ¿qué hombre o qué mujer no tiene el sonido y el olor del mar en el alma?

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