César Rito Salinas
Los tiempos electorales me hacen recordar la trágica vida de uno de los principales intelectuales italianos del siglo XX, Pier Paolo Pasolini y su relación con la hoy llamada izquierda.
Pasolini nació en Bolonia, un 5 de marzo de 1922.
Desde temprana edad, siete años, dio muestras claras de su talento artístico: escribía poemas. Hijo de un soldado italiano que cobró fama por haber salvado la vida del dictador Benito Mussolini, Pier Paolo participó en el frente de batalla durante la segunda Guerra Mundial.
A su regreso de las líneas se enroló en las filas del Partido Comunista Italiano.
Oh, pero mal de muchas organizaciones de izquierda: fue expulsado del Partido Comunista; su delito: declarar abiertamente su preferencia homosexual.
De esta manera y de un plumazo los viejos comunistas italianos identificaron al enemigo dentro de casa, y lo echaron a la calle.
De nada sirvió la trayectoria crítica vertical de Pasolini, lo echaron.
En los campos de la cultura en que se prodigó, poesía, novela, crítica cultural y social, cine su desempeño fue relevante para entender la difusión y ascenso de las culturas populares más allá de las elites.
Pero los comunistas, al igual que los miembros de la derecha y de la cultura oficial, decidieron marginarlo de su actividad partidista por ser políticamente incorrecto.
Así piensan y actúan las organizaciones que intentan posesionarse del poder.
Nada más sus chicharrones truenan y nadie puede salirse del guacal, porque es calificado de retrógrada, reaccionario o desviado.
Las decisiones sobre la vida de cualquiera de sus miembros las toma el comité, la sección, los representantes o la dirigencia del partido.
Parten de un solo objetivo: lograr sus intereses personales, concentrar el esfuerzo de sus tareas en la conquista del poder.
Lo demás, lo que atañe a la vida de sus militantes, son puterías: que nadie se salga de la línea.
Pasolini fue asesinado la noche del 2 de noviembre de 1975, en Roma.
El joven que lo privó de la vida declaró a las autoridades que lo arrolló con el mismo auto del creador porque el cineasta y crítico le solicitó sostener relaciones sexuales.
La comunidad intelectual internacional restó credibilidad a los argumentos de la policía romana.
Pier Paolo contaba al momento de morir con recursos suficientes para solicitar el amor de cualquier joven sin sufrir daño alguno.
Se pensó que fue ultimado por el gobierno mismo, debido a las fuertes críticas que lanzaba a la sociedad italiana a través de su obra artística y periodística.
En fechas recientes, el autor del crimen declaró que estuvo acompañado por otros tres jóvenes, aquella noche del 2 de noviembre, que le ayudaron a ultimar a Pasolini por instrucciones de terceras personas.
El caso no fue reabierto.
Los de la izquierda durmieron tranquilos.
