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viernes, septiembre 20, 2024

Primer discurso de Malcolm Lowry ante las hormigas

Reportajes

César Rito Salinas

Se trata de anticipar el instante, dotar de palabras al hombre que yace ebrio en la banqueta. Acercarse al microsegundo, antes de que el hombre ebrio abra los ojos y maldiga.

Ligera sensación de la conciencia.

Algo sube del vientre al corazón mientras el perro ladra a la abeja.

Hay un peso del silencio mientras la mirada se pierde entre las copas de los árboles.

En la esquina desciende del camión urbano me mira un león.

La tarde con pájaros en el alambre. Puedo mirar al león, su pelaje, por un instante. Lleno de una dignidad que dota de sentimiento a los objetos que mira.

En la banqueta escucho al perro amarillo, mientras se abre el camino de vuelta al silencio. Me dice de cuando la vecina que nos mira en la ventana, antes de entrar al baño.

La conciencia alterada domina los sentimientos, al sueño, al deseo.

Hay una vía alterna que brota con la embriaguez, una vuelta al silencio profundo, fresco, estable. Frágil intensidad y conciencia.

El perro me habla de los sueños de la mujer dormidos sobre las piolas del tendedero. Hay nervios inutilizados, y conciencia. Andar a dos patas ya no es necesario. Hay lucidez y fervor por el instante.

Luego llega la desmemoria, el olvido. Me dice cuando la mujer se desviste en el cuarto en penumbras, cuando menciona un nombre antes de llevar su mano al vientre, los senos.

Un silencio que nace en la punta de su lengua. Un no deseo de mover la lengua, los labios. El mezcal mitiga el silencio, vence las rodillas. El hombre sufre, porque quiere recorrer distancias inabarcables con dos piernas débiles, con el corazón exhausto de vacío.

Con el mezcal no tengo necesidad de caminar por las calles.

Ahora el camisón de la mujer se agita en el tendedero, le invento piernas y caderas y lo pongo a bailar al ritmo de mambo.

El mezcal abre la puerta verde del hombre que habla con el perro.

Ella entreabre la ventana para verme.

Tres tragos y la vida se aclara, se hace el mundo y sus referencias.

Hablo, estoy hablando, se hace mi mundo con la bebida hecha de plantas que se mantienen entre la tierra reseca.

  • ¡Viva la Revolución, cabrones!

Primer discurso de Malcom Lowry ante las hormigas

… sensación y conciencia. Algo sube del vientre al corazón, el perro ladra a la abeja, el peso del silencio, la mirada de los árboles. En la esquina desciende del camión urbano un león. La tarde con los pájaros en el alambre. Su pelaje, un instante contiguo, lleno de dignidad que dota de sentimiento a los objetos. En la banqueta escucho al perro amarillo, un camino de vuelta al silencio. Me dice de cuando la vecina que nos mira en la ventana entra al baño. La conciencia alterada domina los sentimientos, al sueño o al deseo. Hay una vía alterna que brota con la embriaguez, una vuelta al silencio profundo, fresco, estable, intensidad y conciencia. El perro me habla de los sueños de la mujer dormidos en las pantaletas. Hay nervios inutilizados, y conciencia. Andar a dos patas ya no es necesario. Hay lucidez y fervor por el instante, luego llega la desmemoria, el olvido. Me dice cuando la mujer se desviste en el cuarto en penumbras, cuando menciona mi nombre y se lleva la mano al vientre, los senos. Un silencio que nace en la punta de la lengua. Un no deseo de mover la lengua, los labios. El mezcal mitiga el silencio, vence las rodillas. El hombre sufre porque quiere recorrer distancias inabarcables con dos piernas débiles y un corazón exhausto de vacío. Con el mezcal no tengo necesidad de caminar por las calles. Ahora el camisón de la mujer se agita en el tendedero, le invento piernas y caderas y lo pongo a bailar al ritmo de los mariachis. El mezcal abre la puerta verde del hombre que habla con el perro. Ella entreabre la ventana para verme. Tres tragos y la vida aclara, se hace el mundo y sus referencias. Hablo, estoy hablando, se hace mi mundo con la bebida hecha de plantas que se mantienen entre la tierra reseca.
_ ¡Viva la Revolución, cabrones!

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