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viernes, octubre 18, 2024

Escena que forma el arranque de la novela

Reportajes

César Rito Salinas

Digo tren y mi cuerpo siente la tibieza de las sábanas de ni niñez. Madre se preocupaba por la salud de sus hijos. Hervía el agua de beber, siempre extendía un postre. Digo tren y la luz del sol es otra luz. El día es otro. Regreso al barrio Santa María donde encuentro refugio contra todos los males de este mundo, este tiempo. El tren, viento donde se monta mi esperanza.

Si la misma agua del río que era tantísima llegó el día en que se acabó, ¿qué será el dinero?
Por eso las mujeres debemos cuidar los centavos que lleva el hombre a la casa. Porque el hombre es pendejo con el dinero. Cree que es suficiente con lo que lleva a casa. Ellos creen eso porque ocupan su vida en otras cosas, se ocupan de la política, del gobierno. Nosotras las mujeres nos ocupamos de lo que verdaderamente importa en esta tierra: el dinero.
Porque, díganme ustedes, qué sería de la vida sin dinero.
Nosotras podemos vivir sin política, sin gobierno, y sin hombres. Pero no sin dinero, porque nos moriríamos.
Cómo se alimentan los chamacos, con dinero.
Cómo se hace el lonche que el hombre se lleva al trabajo o comparte con sus amigos en la cantina, con dinero. La cerveza del hombre no se puede obtener sin dinero. Ni los amantes, ni el oro que una se cuelga para que se mire bonita. Todo lo hacemos con dinero. Cuando una no trae dinero en la bolsa siente que anda en la calle sin calzones. Que todo el mundo te mira. Sientes que estás sucia, dormida en la cama, bien entrada la noche, y el marido te observa dormir y una duerme sin calzones.
Así se siente cuando no traes un méndigo peso en la bolsa.
Sientes que toda la pinche gente te está viendo y se van a poner a hablar que andas en la calle sin dinero. Dirán que mi marido no me mantiene, que es un vago, un borracho. Que salgo a la calle sin dinero a buscar clientes que me den algo de dinero por llevarme a la cama, por cogerme. No saben que mi marido trabaja y me mantiene, que mi marido me quiere, que quiere a mis hijos y si yo salgo a la calle a buscar hombre es porque desde chiquita yo soy cabrona.

Los sonidos de la infancia resuenan en la noche del domingo. Como agua que se escurre busca su camino, lenta, imparable. El destino final de toda vida es ingresar a las páginas del libro, lo saben las mikjeres del Istmo de Tehuantepec, por eso mandan a la escuela a sus hijos, aunque les cuente tanto sacrificio.

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