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domingo, diciembre 22, 2024

En la frontera, las letras que vuelan sin descanso sobre el lomo de las letras

Reportajes

César Rito Salinas

Ahora suena mi voz en el camino, pero el bramido de la res bermeja se cuela largo entre las rachas de viento. Se extiende como el sonido del tambor que anuncia los milagros de la nueva religión.
No se calla la res en espera del sacrificio, no deja de hablar ni escucha.
Pertenezco a Los Nuevos Adoradores del Becerro de Oro.
Esta es la característica del poema, ser mudo y sordo.
Sordomudo y necio.
La migra avanza como zopilote con lentes para el sol, impuros. Puro impulso al inicio y final del sacrifico, fuerza ciega que busca derribar el muro del desierto. Coprófagos. ¿Qué se puede decir en este silencio construido en el desierto? Sal a la calle, rumbosa, la calle de tu andar. Ni una voz ni una vela, toda acción resulta mínima ante la belleza de las arenas.
La justicia requiere de tres copias de papel carbón.
Toda existencia será materia carbonosa, ciertamente perecedera. Moratoria. La res de piel bermeja sale de esa ecuación del exterminio, alfombra voladora. Seguirán las acciones, todo se pudre con los calores del desierto. Sólo tu amor me ampara en la hora ingrata de los sin sombra. El zopilote y la migra andan entre el muro, hacen par (uno arriba, otro abajo), escucho sus voces, pero no me alcanzan.
Entre la sombra azul del muro crece una flor como aguacero de noviembre, celebración de los Fieles Difuntos. Muertos.
Ya no hay espacio para el que vuelve, la extensión del país está colmada por el ejército electoral que sostiene al partido gobernante.
Ocupar y vaciar, ejercicio de la política.
¿Y el que se marcha y vuelve? Los desempleados impacientes esperan su turno al bate. Sólo el amor quizá, techo de pieles que cubre en el desierto, flor extraña entre la arena. La migra como zopilotes con lentes de sol. ¿A dónde vamos a ir? El muro será la nueva geografía de la patria.
De uno y otro lado habrá traiciones, muertes. La piel bermeja de la vaca vieja se extiende como un mar cercano, nunca deja de agitarse. Cuando ella amanece estreñida yo preparo agua de tamarindo. Este ir y venir bajo la piel de la vaca altera la digestión. Será necesario postrarse mansamente ante la nueva clase del ser humano que está dispuesta a compartir su religión de las fronteras y los besos, el adiós.
Un poema en un día malo será suficiente, cielo e infierno.
La tristeza cruza la calle vestida de rojo.
Calan hondo los suspiros, la soledad en las calles, el viento tras los papeles, el frío que tiembla entre las pestañas.
Cantar será suficiente.
El canto hará que descienda el tabaco, los amigos. El dinero. Nunca lo intentes, maldecir al Destino, antes de hacer el primer intento levanta tu canto; la soledad atravesará tu hombro, fría y dura como la lengua de la vaca.
Canta. Corre el frío en las calles.
Hay rostros hostiles, canta.
Tenemos hambre y no hay nada que comer.
Tus tripas arden, canta.
Te sigue la migra, te pela los dientes. Canta.
Escribo en servilletas como lo aprendí en el puerto. El mar tiene tantas voces, todas hablan al mismo tiempo.
Habla el mar, a todas horas, yo sólo era un adolescente de escaso de entendimiento. Cacarizo, cargado de tristeza.

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