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viernes, octubre 18, 2024

Una escena en San Blas Atempa

Reportajes


César Rito Salinas
Desperté a las siete de la noche
después de una larga siesta
Fuillermo Arriaga, El Salvaje

El gato negro con blanco maúlla bajo el aguacero, gato niño. En la calle los chalanes fuman yerba con el torso desnudo, caliente a los ojos de quien lo mira: pecho puesto bajo la lluvia. En la calle sin pavimentar la niña pasa entre miradas y maullidos. Quiere fumar, quiere coger, miau, la niña camina bajo la lluvia.
Era el aguacero de septiembre, el mal tiempo puesto sobre el Golfo de Tehuantepec. Pasada ya la canícula. La luna, atacada por jirones de nubes había perdido su rebozo azul la noche anterior; un segundo gato niño, negro, negrísimo, lloraba entre el cascajo de la obra en construcción, en la calle del aguacero.
Los restos de cal hacían el paisaje gris, oloroso a piso nuevo como si se tratara de la calzada frente a palacio municipal, inaugurada cada tres años. Esa mañana el carro repartidor de Coca trituró al gato niño. Carne abierta, vísceras azules, punzantes entre el verde y el rosa. La lluvia permitió por un instante ver el humillo tibio que brotó de las tripas, cobró suave vuelo suave como la canción del pasado que enamoró a los padres.
El minino perdió la vida cuando corría tras la pelota. Al gato niño nene aplastado bajo las ruedas del camión de Coca lo comieron los perros, pelearon a dentelladas contr las moscas en la tarde bermeja.
Los gatos muertos sufren abandono. Los chalanes siguieron fumando mariguana en la obra, pasó el camión, pasaron las sirenas de la ambulancia y pasó la policía; pasó el mal tiempo sobre el Golfo de Tehuantepec. Pasó la güerita nalga enorme, cabellos cortados a rape; ella se llama Donaxhi, anda con la sonrisa alegre como muñeca que sale en los anuncios de la televisión.
Las aguas inundan la calle, corre blanca y espumosa como esperanza de los campesinos derramada por los campos sin sembrar.
A ella le gusta que los chalanes le miren el culo. Miau. Parado en la esquina había un tercer gato con los pelos tiesos pintados de verde; gato grande que atisba la calle, mañoso. En la noche el maullido de los gatos despierta en las niñas un instinto maternal, quieren matar con sus pequeñas manos al maullador que las asusta; ahorcarlo, como si se tratara de su propia carne.
“Niñas, ahora vendrá la gata por sus hijos, les dará de comer lechita tibia”. La güerita culona, Dnaxhi, cuenta historias a sus hermanitas mientras en su cabeza se consume el toque de mota; hilito de humo que se cuela entre sus senos, las axilas; la frente despejada. Las historias de los gatos huérfanos hacen que las niñas se toquen el pecho.
Los chalanes siguen bajo el aguacero, torso desnudo, yerba en los labios, mirada fija en la lejanía como si fueron marinos que en altamar avistaran navíos o dragones. Una tarde la niña hermana mayor, güerita, pelo rapado, culo grande, Donaxhi, llega al parque de los ebrios; quiere coger. Entra al café Purple Pink, ahí se entera del velorio del conductor de la Coca, el camión mata gatos.

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