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miércoles, septiembre 18, 2024

Anatomía descriptiva

Reportajes

César Rito Salinas

El susurro se levantó sobre la brisa del desierto, era la madrugada, “que parezca un accidente”. La luz de la luna jalaba la cola de los gatos en el tejado, las aspas del ventilador repetían el nombre de un sitio lejano; en el preciso momento de incorporarme estalló la bombilla de la lámpara.
Rompo mi cabeza contra el muro de agua, sueño. Habito la isla. ¿Qué espero? Que toda el agua del océano se levante para mojar mi cuerpo. Ella me lleva por canales de agua que me conducen al sitio donde moran los muertos; me inclino, beso la claridad del alba. ¿Qué espera el cuerpo cuando llega el agua a los pies? Que el mundo se dilate el tiempo suficiente para cerrar los ojos.

La narración sobre los crímenes hace la patria, ese territorio que nunca llegará a conocerse; levanta fronteras y el anhelo de hacer la vida fuera de ellas. Escribir sobre el crimen forma el sitio: un sol que cae sobre la tierra, la oscuridad que lentamente avanza y puebla muros mientras se distinguen los cuerpos esparcidos en el piso, como naranjas.
La escritura sobre las muertes violentas en la vía pública forma un dibujo hecho de tiza sobre las banquetas.
El viento fuerte mano caliente que toca los cuerpos de hombres y mujeres en la calle en sitios de rotunda presencia. El aire que pende, cuelga, se amarra a los ojos y al cuello, los labios, en el camino donde la tierra arde de deseos. Cuando se suelta el viento en las calles, los postes del telégrafo, la esquina, los párpados bajan y buscan tus pies, tu nombre.
Línea de flotación, yo te saludo. En el principio fuimos peces, lo dicen los astros, el firmamento. Aún nos dejamos llevar por el costado, desde una costilla la perpetuación de la especie. De una costilla la permanencia de la especie sobre la faz de la tierra. De una mejilla, escorados.

Escribir sobre los muertos es buscarle esquinas con filo al cuerpo, otorgarle velocidad a lo inanimado y embarrarse los dedos de nicotina y tiza, lo que hace una mezcla repugnante y atrayente. Decir lo que todo mundo ya sabe a condición de escribir y terminar los renglones de la libreta. Para esto, escribir, terminar los renglones en la libreta, hacer del escrito un asunto de economía, habrá que apegarse a un instructivo de uso. Las palabras son artefactos de ensamble, contables.
Mientras la sangre deseosa de sueño olvida. El viento huele a aceite de coco. Tu cintura aceite de coco resbala y se pierde entre los muros de la tarde. ¿Cuándo llegaste? ¿Cuándo te vas? Tu cadera, viento contra las sábanas en el patio en la tarde del sábado repite la canción del aceite de coco.
Habla, cuerpo de agua. Ella lubrica, se moja, chorrea. Gritos de agua. Continente de paredes que se yerguen y caen, insondables. Un retorno torrencial a la tierra. Cuerpo de agua, marejada, biblioteca náutica imposible. Líquida tarde de las campanas, como recuerdos lejanos. Contra el hambre toda la soledad, el miedo. Ella escurre con la lluvia que baja de su vientre. Océano. Claridad que fecunda la palma de mi mano, que alimenta. Culebra de agua, macizo continental del diluvio. ¿Qué contiene el agua? La claridad de mi infancia marina.
Todo sigue inalterablemente francés en el siglo de Porfirio Díaz. El chalet de Juana Cata y las naves del puerto, las vías del tren junto a la casa del turco Estefan. ¿Ya encontró dueño el tiempo? Sigue dando vueltas en el patio como un perro tras su cola, como Dios tras su pueblo; como una cabeza sin cabeza que busca sus pasos.
Ella lo supo, los pintores levantan el vuelo ante los suspiros. Marzo otro poco. El viento corre libre por las calles de la ciudad, levanta faldas, derriba sombreros, bendice la rama de los árboles; arrastra bastones y sombrillas, sombreros. El hallazgo y la sorpresa suceden ante los ojos del viandante. La mirada ocurre ante lo inesperado. ¿Habrá una realidad de las cosas halladas que se sorprenda de toparse a media calle con nosotros? Pasa la lluvia, el frío, y en el amanecer brumoso brotan las cosas del mal tiempo. Marzo otro poco. Así, en una de las calles del Centro Histórico la gente camina y aparece de pronto un lienzo pintado al óleo de formato mediano, portable, con un gallo que brinca entre el azul cielo y su presencia repentina; el blanco plumaje emerge junto el cadáver de una adolescente. El día resplandece ante la inesperada presencia. ¿Habrá soñado con encontrarnos este objeto que venía con arreglo para regalo? Sólo en el centro histórico se encuentran obras plásticas recargadas en el muro, junto a un cadáver. El hallazgo, lo inesperado, marzo otro poco. El cuadro del gallo que desplegaba sus alas junto a la muerta tenía la firma de un pintor chino. Todos lo supimos al ver la pictografía en un extremo del cuadro. Recargada sobre la pata de la banca roja la joven mujer extendía el brazo en dirección del cartel de la tienda de productos orientales: Todos los precios son en dólar.
Hueco axilar ( Dr. J. A. Fort, Anatomía descriptiva).- Esta cavidad tiene forma de pirámide triangular, conteniendo músculos, ganglios, tejido celular, vasos y nervios. Es oblicua de arriba abajo y de dentro fuera. Ofrece tres redes, tres bordes, base y vértice. Vértice.- Situado por arriba y adentro, es triangular y limitado por el primer espacio intercostal y el borde superior del subescapular. Por él pasan los vasos subclavios y los nervios del plexo braquial. Contenido.- 1° Coracobraquial y porción corta del bíceps. 2°, nervios del plexo braquial, 3°, vasos axilares, 4°, numerosos vasos y ganglios linfáticos; 5°, abundante tejido celular reuniendo estos órganos y prolongándose por arriba y abajo, alrededor del vaso y nervios del cuello y brazo.

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