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sábado, septiembre 7, 2024

Andenes, taquillas, terminales

Reportajes

César Rito Salinas
De nueva cuenta a recorrer taquillas, andenes, terminales. De nueva cuenta a fijar rostros y tratar de interpretarlos para después dejarlos en el olvido. De nueva cuenta a iniciar conversación con taxistas mientras llego a la terminal de autobuses y ponerme a hablar del clima, la lluvia, el tiempo, o que la gente tiene que respetar las reglas de manejo y vialidad.
De nueva cuenta a esperar el camión en esta sala con puertas abiertas, cristales muy bien pulidos desde donde se observa el mar mientras en una estructura de acero ladran en el televisor los avances de las noticias del día.
Me siento a observar el rostro de la gente y trato de adivinar la vida que llevan estas mujeres, estos hombres. Entre los avances de las noticias que salen del televisor y la cara de la gente existe un silencio de finado tierno.
Este ejercicio de interpretación lo aprendí en las horas de la juventud cuando esperaba el camión que me conduciría a la ciudad de mis estudios y mataba el hambre lejos de la pluma y la libreta que tanto me protegen y cuidan por estos días.
En los años que he recorrido por terminales de autobuses del país nada cambió en mi existencia: sigo pegado al hambre y a la vagancia; observo con descaro a las mujeres que viajan. Y a los zapatos y maletas de aquellos que me acompañan en la sala de espera con cara de velorio o de muerto fresco que espera la hora en que cuatro escuálidos lo levanten con inseguridad y lo depositen en la sepultura.
En tanto vienen por mí para depositarme en otro sitio, escribo. La pluma que me acompaña a la playa es de un gris metálico, bañada en oro. Destaca el punto blanco de la insignia de la casa que la produce. Tiene un andar ligero y preciso por las hojas de esta libreta; el color de la tita es firme.
La pluma fija ideas y pensamientos, sentimientos sin oponer el menor esfuerzo: mantiene claro y transparente lo simple. A la manera del viejo Bukoswki: Mantén sencillo lo sencillo. Nada más. Esta es la pluma del andén, la que me acompaña en mis horas junto al mar.

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