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miércoles, septiembre 18, 2024

Aproximaciones al lector municipal

Reportajes

César Rito Salinas
Soy una municipal, de alguna manera requiero de dos operaciones para hacer la escritura: leer y rayar.
Esto es, siento el abandono que me deja la página impresa, el mundo fuera de mis distancias, la marginación, y trato de corregir esta realidad desigual, acortada. Leo y rayo, y al hacerlo apropio lo que no me relaciona, lo que me excluye. Reinvento la escritura impresa. En la lectura del municipal existe la letra ajena, de alguna manera registro la lectura como la oportunidad de tiempo donde brota el diálogo. Rayo, subrayo.
¿Cómo despertar el interés por la lectura? El espacio en blanco relaciona, el desinterés genera cuadros referenciales, estados de ánimo donde brota la ira. La lectura es de otro tiempo, depende menos de los estados de ánimo y más de las condiciones climáticas, atmosféricas. El blanco es un espacio para la instalación. Foquitos que se encienden y se apagan, titilan. Todo parte del desinterés, el extravío, lo que está y desaparece. Lo que existe a medias. Esta escritura. La religión surge de ese sitio, así como el poder y el amor.
Cuando volvió del trabajo ella me dijo, ¿no te cansas de escribir? Para esa hora yo ya había descubierto que escribir es ausentarse.
Nódulo de conexión. La línea del discurso une tiempo y distancia. Bolas, geografías y rostros que se relacionan por medio de grupos de bolas, superficies hemisféricas que hacen el tiempo del relato. Correlato.
Los nódulos hacen la historia, pequeñas estratificaciones que concentran rostros en el tiempo como acumulaciones calcáreas en la superficie de la roca que arman el contorno de un rostro, la figura que emerge y se extiende, dinámica. Ejes vinculantes que aproximan astros y reptiles, espejos. Nubes. Foquitos.
Trataré de explicar esto. Leer, engancharse con un texto es participar en un apasionado encuentro de beisbol callejero, como en la infancia. Un encuentro donde cada jugada significa la vida misma. Leer es participar en un juego que te atrapa dentro de su tiempo y sus reglas, que te hace sentir que nunca quieres abandonar el juego. Pero que abandonas en cuanto escuchas el grito de tu madre que llama a cumplir la tarea, los deberes de la escuela en casa. Y lo abandonas, el partido, el marcador, tu turno al bate. Te alejas con la sonrisa en el rostro, segura de que será en otra tarde cuando muestres a todos la calidad de tu bateo.
Antes habrá que deshacerse de todas las referencias literarias, invocar la facultad de todos a escuchar, sentir y emocionarse. Para eso tantos desvelos, tantas canciones de amor ajeno que nos resultan propias y nos lastiman. Para desechar todas las referencias, olvidar.
Somos memoria ociosa, música de cantina. Escribo este poema con un lápiz largo, amarillo y puntiagudo. El segundo lápiz. O el tercero. Largo como mi desvelo, a esta hora mi agotado corazón tiene forma de espada (Satán vive), como las horas del amanecer.

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