César Rito Salinas
En esta parte de la Instalación pensaba utilizar un número, el dos. Pero elegí poner la cita en lugar de la numeración. En la calle pasa el fierro viejo, llama con su pregón a desinstalar objetos inservibles. Revistas, periódicos, papeles, bicicletas, carretillas. Alacenas, lámparas, baterías de auto, cables de cobre, antenas, televisores. Foquitos.
El escritor es esta suerte de Fierro viejo, desinstala. Y arma, instala. Recicla. Enciende y apaga foquitos.
El primer reciclador es Dios, con su Biblia.
Cae el separador de las hojas del libro. Esto es, en el preciso instante en que mantengo el libro a la altura de mis ojos, ya instalado en el sofá, abro las hojas, cae el separador como una acción divina donde la mano y la voluntad humana no intervienen; casi una señal.
Podría decir que habría que anotar que las historias que leemos existen fuera de toda suposición humana. Que ahí están sin tiempo ni gobierno conocido, ni mano autora, como el separador de páginas, como la guía que indica el sitio de la lectura del cual no recuerdo nada. Entonces el separador divide el tiempo, el vuelo de la historia. La caída del separador arrojado por mano invisible es muestra clara de que ahí, en la caída, existe una historia entre el montón de hojas escritas por alguien que no tiene nada que ver con mi persona.
Hay un zancudo que interrumpe con su vuelo la lectura. Lleva el marcador a su favor, un piquete en la mejilla contra cero. Resulta difícil seguir el hilo de la historia y mantenerme al pendiente de su vuelo. El zancudo lo sabe, dos a cero. Tengo las manos ocupadas en sostener el libro. Me aborda una pregunta, ¿y si utilizo el libro como arma?
Ahora el libro sirve para defenderme de los ataques despiadados del zancudo.
Con el libro encendido lo cazo, pienso en su muerte y mi angustia disminuye. De pronto me doy cuenta, reconozco que el libro es un arma. Permanezco con el libro en posición de ataque, en lo alto, en espera del zancudo. La letra como estrategia de defensa convertida en un objeto, o montada sobre un objeto. Instalación. La serie de foquitos parpadea ante mi decisión de matar al insecto.
Uno debiera protegerse de los piquetes del zancudo, son transmisores de enfermedades desconocidas. El zancudo y su aguijón se registraron en últimas fechas como asunto de salud pública. Y donde interviene lo público entra la letra, los estatutos, el gobierno.
Detesto al gobierno.