César Rito Salinas
I
Un principio de orden es afirmar
que el tiempo se acaba.
II
La madrugada con su paso de cantina. Levantarse a poner la alarma en el despertador es dormir junto a un muro grande. Son muchas las cosas que están por hacer antes de agarrar el sueño, cepillarse los dientes, matar zancudos, conseguir un libro que ayude a reposar la cabeza. La madrugada es un barco de pantoque. Es pobre este asunto de conciliar el sueño, ciertamente detestable. Los puentes y los aviones ya no ofrecen remedios, las ovejas no funcionan no numeran hace tanto tiempo . El insomnio es aquello que no tiene dueño. Pertenece a todos. El remitente no se encontraba en casa a la hora del servicio. Así el insomnio, un hecho fallido.
III
El tiempo que tienes entre el espacio en blanco y el subrayado resopla, ahí está el poema. De lo que se trata es de ser siempre desobediente.
IV
La tentación del horno en la tarde. El viento busca la balada verde, las revoluciones llegaron ayer. Amamos el horno de la cocina, encontrar la muerte por mano propia. El horno enamora los pensamientos. Los hornos llevan corbatas azules, pantalones con línea bien planchada por el horario riguroso del mar. El viento con reloj lleva retraso para su encuentro con los navíos. La canción de los padres tiene scrash. Pasan las naves entre las balizas, la navegación persigue las luces mientras las palabras calientan el horno.