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jueves, noviembre 21, 2024

Atreverse a hacer algo que es tuyo: Vila-Matas

Reportajes

César Rito Salinas

Escribir es aventurarse, divertido.
Sin temor al fracaso, busca perder teorías.
Si escribo me ilusiono, cambio la mirada que tengo sobre el mundo, que encuentro interesante. Pero cuando leo el tono predecible me fastidio, dejo la lectura por mitad. Deserto. Me duele el libro abandonado, sin terminar de leer; pero me duele mas que me gaste los ojos en la lectura sin futuro. Cuando agarro el libro no voy con una idea, voy cansado del vivir el presente y con la ilusión de encontrar el sitio donde pongo a descansar esta tristeza, este fastidio. Y si el libro no cumple con mis expectativas me transformo, lo repudio y lo uso de arma de guerra contra los zancudos, que transmiten el dengue.
Leer será defender se de la enfermedad, restablecer la salud; nos quedan los libros que nos salvan la vida -de ese tamaño-, aunque la industria editorial promueve por este tiempo el revisionismo, censura los libros del pasado y los pasa por el cepillo. En el trasto sueña la voz de Enrique Vila-Matas. Habla de sus libros, que los críticos los acusan de publicaciones que se repiten, Enrique se defiende y se pregunta por qué aquellas personas dicen esas cosas si él encuentra su práctica de escritura muy divertida.
Enrique forma el grupo de los pocos que no escriben para la industria sino para saber un poco más de qué refiere esa palabra que el público y los especialistas conocen como literatura. Ña industria está en contra de los personajes que van cague y cague a otros compañeros sus personajes. Y por estos tiempos los ojos censores traen la mirada sobre las tijeras, y pretenden utilizarlas a la menor provocación. Ya no se salvan de estos sofoques cortapijas.
De tal suerte que hay que cuidarse.
La entrevistadora de una radio de Montevideo le pregunta qué es la cosa que escribe por estos días.
__Escribo, solo intento hacer los días de mi vida con mi trabajo, salvo cuando estoy de viaje a los que no llevo el ordenador.
“No tomo notas, porque creo que en la literatura lo importante es divertirse”. Al terminar la entrevista se despide con estas palabras: muchísimas gracias por darme la oportunidad de decir lo que he dicho, algunas cosas bien y otras no tanto. Muchas gracias.
Entra música, una rolita country.
Cuando escucho a gente alegre me da por bailar, si no puedo hacerlo me da por escribir.
Aunque debo decir que los escritores de mente ágil se las ven negras con los señores periodistas, que cuando trabajan -estos últimos- lo hacen desde la solemnidad y el culo parado de un cura, como si fueran los representantes del mismo Dios en la tierra.
Se paran el cuello -y el culo- y disparan preguntas y tratan de meter en un brete al entrevistado. Pero no. Son solemnes, miran de abajo hacia arriba, predecibles. Cuando entrevistan parece que están en el diván del analista. Imagino que estos compas y comas nunca han estado con el sicoanalista, que son tan mudos como una piedra, no hacen preguntas, ponen cara de sabios y transpiran formalidad -que está a un grado de la ignorancia.
Si el analista que te cobra 500 pelos por una sesión se decidieran escribir novelas tendrían mejor futuro. Dejarían por un momento el cuarto, la mesita de centro con sus revistas, el diván oscuro, siniestro; la conversación con mujeres y hombres oscuros. Ahora Enrique da una conferencia en Gijón, está sentado en un diván y lo acompaña una lamparita de mesa. Me aflige no divertirme -dice.
“En ciertas etapas como en la que em encuentro yo un mal libro provoca un desastre que genera un desastre de dominó en toda mi obra, pruebo, dentro de la seguridad, con cosas distintas, trato de divertirme”.
__No existen escuelas ni generaciones, solo hay trayectorias personales y afinidades selectivas -dijo Enrique.
Señala que, en parte, se tiene tendencia a formar generaciones por edad, que es un camino equivocado, porque a la larga se toman caminos individuales y esa acción destruye el trabajo de los grupos.
Y acá está la clave de todo el chisme -escribir resulta un chisme-: la escritura depende de amistades selectivas y no de comunidades ineptas. La literatura se publica con interés comercial, no significan el gusto del editor o de los escritores, escribir comienza y termina con un hecho, el económico, que la hace tan singular. “No hay escritor que no muestre un poco de singularidad”.
Encuentro que correr las letras en las horas de la noche es divertido, limpia mi hígado y los riñones de tanta escritura mala que se encuentra en los libros. Al tener estas prácticas que buscan la diversión -solo serás libre si te aíslas para escribir-, el mundo donde todo es posible, me reconozco ágil, vigente, de buen humor.
Enrique dice, “cada que escribes un libro fundas una teoría”.
Y divertidas pasan las horas del que escribe.
La literatura es lo esencial o no es nada –“los escritores hacen lo que ya se ha hecho, los escritores que no cumplen con esa indicación crean un nuevo sistema de relaciones con la escritura, me parecen interesantes y son los que permanecen”.

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