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lunes, marzo 10, 2025

Benito Juárez pena en San Martín

Reportajes

César Rito Salinas
Aquella madrugada apareció la moneda en el piso, muda como bolsillo de los campesinos en espera del aguacero.
__El diablo –dijo Margarito.
__Pon el diablo.
La noche de perros, entre Zapata y Plan de Ayala, por los rumbos de San Martín.
Por aquí paso Juárez, pero sin carruaje. Traía la cara de tristeza; saludamos con honores y aullidos correspondientes a la investidura de nuestro señor licenciado y presidente, buscaba a una mujer.
Tenía las manos embarradas de tinta, las cuencas profundas de lagarto sin sueño. Aullamos duro, como corresponde, luz y progreso espiritual para tu alma hermanito presidente de la República.
Ladramos para avisar a la colonia que entre nosotros estaba el Benemérito de Américas, el bien de ángeles, los arcángeles; el bien de hombres y perros.
Pero nadie salió a besar la mano que dirigió la nación del progreso, ninguno vino a saludar a nuestro gran presidente.
Desde catres y hamacas, el patio donde medita el almendro llegó la lluvia de piedras y mentadas.
Luego de una pequeña duda preferimos callar, hacer la fiesta por nuestra cuenta al gran presidente de los mexicanos.
Pegamos brincos de alegría alrededor del legendario señor Juárez, Don Benito, dimos todas las vueltas de perro que quisimos y que muy gentil nos permitió dar.
Ordenó con voz de Dios -en silencio- mordernos la cola y pegar vueltas; nos mordimos.
Por un momento tuvo el ánimo de un niño; como cuando decretó que los mexicanos debían contar con nombre propio, el registro Civil.
Cerca del amanecer se lo llevaron sus gentes, políticos y ricachones; militares.
El presidente Juárez volvió la mirada de lagarto hacia nosotros, dijo adiós con cara triste, se alejó con la cabeza abajo como cuando un niño dice adiós a sus amigos a medio juego de pelota.
Pero volvió a preguntar por una mujer.
¿Por Margarita?, aullamos cargados de preguntas.
Juárez guardó silencio, luego nos respondió con la mirada: -perros sonsos, por cualquier mujer, mi alma quiere una mujer afirmó con ojos de braza encendida.
Se fue en medio del barullo, las sombras ayudaron a la distancia; vimos el polvo que levantaron los caballos tilicos del carruaje negro.
Aquella noche no pudimos encontrar ninguna mujer para el presidente.

__El diablo -dijo Margarito.
Con el mezcal llegan las historias, uno necesita habitarse de historias para no cargar tanta soledad.

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