César Rito Salinas
Diez de Carne, para matar el hambre come Niños Santos. Para retirar la tristeza de tu corazón come pares de Niños Santos.
Para sanar a la gente que quieres. Para curar a la gente que odias. Cuando te conviertas en guajolote y salgan los granos por tu cuello, come Niños Santos. Diez de Carne, fuma cigarro de hoja en el patio pegado a la cerca de mi casa. Como lo hace el viento mientras me espera. En la noche cuando llora el niño el viento silba en la calle. E
l viento camina de noche con su vara larga, con la que apura a los necios y mezquinos. Aúlla el viento en la tarde, antes que entre la oscuridad. El viento arrulló mi sueño en el petate cuando murió mi madre. Cuando muera, el viento vendrá a orinar arena sobre mis párpados. Todo esto es importante, el viento mueve la máquina del futuro.
Las ciudades crecen en torno al aire, Diez de Carne. La diminuta Colombina Passerrina será el emblema de las nuevas ciudades.
Surgirán los heraldos del aire. Ante la amenaza del viento mi abuela cerraba las ventanas, tapaba los espejos; corría el pestillo de la puerta. En el futuro el vestido inflamado por el viento será la muestra clara del progreso.
Las guerrillas del aire saldrán del pequeño pueblo que se abandonó al ferrocarril, Chivela. Diez de Carne, desde acá saldrá el reino de los cielos. Los hombres abandonarán para siempre el caballo y el tren que hizo al hombre dos veces hombre, bestia y máquina. Diez de Carne, vendrá el reinado del viento, el tiempo de los hombres ave.
Amaremos el aire fuerte cargado de pañuelos, dejaremos los sueños con terminales de trenes y amores para danzar todos juntos entre las nubes. Quien lo dijera, Diez de Carne, de nuestro pobre cielo saldrán las palomas de la guerra y la paz.