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miércoles, septiembre 18, 2024

Casa de los mayores

Reportajes

César Rito Salinas

Estoy escribiendo para que todos
puedan conocer mi domicilio,
por si alguno quiere contestarme.
Rubén Bonifaz Nuño, Los demonios y los días, 1956.

___Niño, no corras.
Casa de los padres, espacio del rezo y del incienso, de la media luz de los cirios, del pabilo encendido y su mariposa de corcho que flota eternamente en el vaso con aceite y agua. Así desde los días de la infancia el rezo de las mujeres. Los espejos cubiertos por mantas blancas en un vano esfuerzo por impedir la reproducción de los cuerpos. El televisor y la radio desconectados de la corriente eléctrica para evitar pensamientos de fiesta y alegría. Sólo los rezos y el incienso en este atardecer sin extremo en que vino a terminar la vida.

Las mujeres, desde niñas, aprenden los rezos. Mujeres que en otro tiempo fueron jóvenes y hoy lucen ancianas. Mujeres que rezan toda la vida. Los hombres aguardan en la cantina a que pase el mal tiempo. Beben lentos sorbos de cerveza helada y mezcal. Menguan su soledad en conversaciones tontas con otros hombres que huyen del olor del pabilo quemado, del incienso, del reposo tierno del agua con aceite. Del rumor del rezo de las mujeres. Acuden más mujeres vestidas de riguroso negro a la casa de los padres. Sus voces se levantan más allá del calor y los mosquitos.

___Niño, estate quieto.
El cirio que arde. Cera que se derrite y escurre sobre el cuerpo y el tiempo del doliente. La puerta de la casa de los padres abierta ahora en el dolor de par en par se ilumina con pencas verdes de hojas de plátano muy verdes con pequeñas gotas de agua, como lágrimas derramadas en la madrugada sobre la almohada de la esperanza.

Las moscas sobrevuelan el rezo. Mediodía. Sol del zenit. Todo se detiene: el mundo, los árboles, las bestias, los hombres mientras las mujeres elevan sus rezos por el alma del abuelo muerto. La luz del sol entra con violencia hasta la sala de la casa de los padres. Las letras intentan darle descanso al corazón; un lugar para el reposo de la letra, el poema, pero nada logra ante esa voz uniforme, pareja, tupida, de las mujeres que llegan con vestido de luto.

___Entiende, niño.
Una mariposa blanca, sobrevuela, diminuta, el patio recién barrido. Escribo y transpiro, saturada mi alma del rezo de las mujeres. Gloria al padre. Gloria al hijo. Ruega por él. Ruega. Ella. Santa María, madre de Dios. Las almas piden consuelo. Nadie sabe dónde está el alma del muerto fresco, muerto tierno. En el patio de la casa de los padres revienta el sol. Santa María, ruega por él. Madre de la Iglesia, ruega por él. Madre admirable, ruega por él. Madre abnegada, ruega por él.

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