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viernes, octubre 18, 2024

Chapustlán de Chucho Caza, radiografía de la angustia y placer de una sociedad fiestera

Reportajes

Por Rodrigo Islas Brito
 
 “Chapustlán» para mi es un juego, un espejo de lo que soy , de lo que veo. Es una manera de amortiguar mi realidad y fijaciones”, expresa en entrevista el artista visual Chucho Caza sobre su expo fotográfica homónima, que tal vez sea en estos momentos una de las exposiciones de arte más lúdicas e interesantes que se puedan encontrar hoy en Oaxaca.
 
«Chapustlán», país de chapulines que en la contracción de la muerte se desperdigan en fiestones locos, trampolines existenciales, mitines políticos, sexo sucio y contemplativo, decapitaciones involuntarias y unos cuantos draculescos empalamientos. El fotógrafo y artista plástico compone estas pesadillas y sueños con los escenarios que le dan sus guisos, comidas y desayunos.. El placer es total… La certeza de que esos chapulines y sus paisajes alterados somos nosotros tratando de encontrar nuestro lugar en el mundo, también.
 
Caza comparte que esta entrega inicio en el 2016 con chapulines a los que les vio la facha de caminantes de Star Wars. Multidisciplinario en su forma de entender el arte, el autor de Chapustlán también ha incursionado en la pintura y la realización de cortometrajes, Jesús explica que extraer del chapulín la verdad de su último movimiento, luego de ser metidos a una bolsa y después quemados, fue el inicio de casi todo.
 
“Los seres humanos nos parecemos mucho a ellos. Pequeños, diminutos , soberbios en eso de que somos  nada”, explica el entrevistado. Rememora que el casting para las fotos modeladas y los escenarios que definen la expo surgió a partir de un casting celebrado básicamente en las conservas de su refri.
 
Muestra la foto escultura denominada “La estrella”, un balneario de huevos estrellados, donde un chapulín pastor, cantante o político parece querer concentrar toda la atención de un posible mitin, en el que los chapulines que están entre el público lucen convencidos, enamorados, eufóricos y capaces de creer lo que sea con los ojos cerrados. Esto mientras un chapulín guarura se encarga de resguardar el magnetismo de su jefazo.
 
En “Agárrate”, unas escaleras de tenedores concentran el esfuerzo de alcanzar el cielo, dejando atrás el poder de unas cuantas rebanadas de rábano, como si estuvieran compitiendo por ver quién salva al otro y viceversa En “La capsula» un chapulín con actitud conquistadora se da un baño en un huevo duro mientras otro chapulín lo observa  furtivo desde unas acelgas como un voyeur. A todo el cuadro, su autor lo mira como el nacimiento de Venus
 
“Colocas a los chapulines, se caen, los vuelves a acomodar y al final en la foto 77 es donde cada uno se ve perfecto. Es por eso que todo lo hice con calma , sin prisas”, narra el artista al tiempo que muestra “Brínquele”, foto escultura con la imagen de un trampolín por cuyas interminables escaleras más de una veintena de chapulines suben y suben con la intención de tirarse un clavado en ese despeñadero que algunos llaman planeta.
 
“El salto viene desde la misma vida. De ese salir y crear y trabajar en algo para generar una catarsis, una liberación. Para mí es dar el salto y entrar a otra cosa, ya no te clavas , ya no te quedas. Eso es algo que hacen los chapulines y que también deberíamos hacer nosotros”, declara el autor, asegurando que los chapulines que concentran su obra son tan diferentes como los humanos, donde “unos tienen panza, otros son más altos, y otros más son de un solo color”.
 
Por su parte, “El pantano” es la analogía de un naufragio, de una reunión forzada, con chapulines encaramados en las ramas de un brócoli, cuidando el físico, mientras un líquido oscuro que podrían ser salsa verde  amenaza con ir por ellos. Hay quien sabe nadar, hay quien solo quiere amar y hay a quien se le ve clarito que está a punto de hundirse.  “También está el que ya agarró su balsa. Incluso recuerdo que el día de la inauguración, un considerable número de personas vio en la escena un componente erótico con cara de paraíso swinger”, cita Caza sobre los diferentes caminos de análisis que pueden permear en su obra.
 
Luego muestra “El chapuzón”, donde en un río de arroz blanco chapulines vacacionistas juegan con chícharos como si fueran pelotas playeras. Y también está “El relax”, imagen de un chapulín acompañado y sentado en una tostada de requesón con salsa que parece entregarse a la contemplación de una buena mamada.
 
“Los elementos te llevan y te traen”, explica el autor respecto a su método de trabajo. Para ejemplo apunta a “El silencio”,  foto escultura donde un insecto solitario se encuentra sumergido en un temazcal de queso fundido, como si estuviera a punto de llegar a su propio centro, en el que el colorido de unas uvas como grutas lo acompaña en su búsqueda y posterior dolor.
 
Y está “El fiestón”, donde tres chapulines bailando tecno sobre unos panques blancos con chispitas de colores parecen concentrar los tres estados del desmadre. Cuando acabas de llegar a la fiesta, cuando ya te estás ambientando en la fiesta y cuando ya estás bien fumigado a la mitad de la fiesta. “En la fiesta siempre unos están más torcidos que otros”, explica el autor, lo que hace pensar que esta es una de sus piezas más personales.
 
“La expo es muy viva, pero también tiene su lado oscuro”, informa Chucho. Y ahí es donde da un paseo por “La Oscuridad”, con un chapulín atravesado por una lanza, donde el autor le introdujo, como escena de Bram Stoker, una estaca al insecto en el recto, de esas que se usan para comer uvas. Más allá se mira a un chapulín también empalado por un grueso palillo que descansa sobre la superficie de un trozo de quesillo que funge como una especie de asta bandera de la patria helada. Lo que se dice un drama muy oaxaqueño.
 
“Chapustlán crecerá como la plaga que es, como las plagas que somos”, sentencia Caza sobre su expo existente, hasta el seis de enero del 2024, en las paredes blancas de Kintaro, restaurante de comida japonesa ubicado en el Centro Histórico de la Ciudad de Oaxaca, que no ha temido hacerle segunda al mundo loco, festivo, pesadillesco y gastronómicamente delicioso del artista entrevistado
 
“Hay que comer chapulines, quien viene a Oaxaca y no los come, bueno, pues hay que desconfiar de esa persona. Comer chapulines en Oaxaca es como una clave de reconocimiento”, define Chucho Caza a propósito de las razones hacedoras de su juego.

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