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viernes, noviembre 22, 2024

Charles Mingus, el viaje del bebop al posbop

Reportajes

César Rito Salinas

Una forma de acercarse a la literatura lo será el estudio de los predecesores, desde varias disciplinas artísticas.
Charles Mingus fue compositor, contrabajista, director de una banda de jazz, pianista, nacido en Nogales, Arizona el 26 de abril de 1922, y muerto en Cuernavaca, México, el 5 de enero de 1979.
Padeció esclerosis lateral amiotrófica, con su música abarcó los géneros del bebop, jazz de vanguardia y el posbop.
Hay cierta música que se puede oler, masticar.
Hace muchos años un amigo me habló de su canción Moanin, que fue grabada en su álbum Blues y Roots, en 1959 y editado en 1960, en Nueva York, la composición establece el diálogo entre la música y el tiempo, que te lleva por los sonidos arrancados del sax tenor -ritmos tomados de los orígenes del jazz-. a los sonidos propios de los movimientos de la vanguardia.
Debo decir que me interesan las expresiones musicales que surgieron en la década de los 60s, los años más intensos de rebelión y rebeldía para la humanidad.

Los objetos caen, se derrumban, estallan. La taza tiene urgencias con el piso, se regocija cuando amanecen juntos. El día comienza sobre astillas, cantos de aves, ramas florecidas. El cristal de la ventana se besa con la pelota, carcajean. En la ciudad calzo zapatos de riguroso azul marino. Sobre las horas enmudece el teléfono, subido de color, contrito. La prisa se apura sobre las calles de Oaxaca mientras los sombreros vuelan atacados de presagios; mientras ocurren los hechos, regreso a la libreta como forma simple de pegar lo roto, unir lo disperso. La banca fuma pensativa, sorprendida, por luz verde que la abraza. Sólo tengo mis manos para rehacer la forma de las cosas, los ojos. De noche porto el asa en busca del liso costado de la cafetera, desvelo, ilumino este camino con fragmentos. Me sumo gustoso a las cosas rotas que vuelan y vuelven hasta acercarnos.

Estudio las vanguardias de la música, sus orígenes, y establezco una línea que relaciona distintas disciplinas del arte con la escritura de la poesía.

El mezcal se hizo carne en los pueblos cuando empobrecidos productores enfrentaron el embate voraz, caníbal, de inspectores de comercio llegados de la capital que subieron a los montes por la contribución para el gobierno. Mezcal tasajo, pan, pera. La gente ocultó e l traguito, fue negado. La primera lucha entre el cerro y la ciudad fue por un Decreto, el territorio de letras y leyes; la segunda, en las palabras, pa ocultar lo cotidiano.
Meke.
Nunca podremos apropiarnos de una presencia –la geografía, el entorno- si no somos capaces de enunciarla, eludirla, referirnos a ella; imaginarla a partir de letras y sonidos que conforman de su nombre.
Marro, marrito.
Andar como ebrio de mezcal por las calles de la colonia. Así, sin dinero en la cartera. Sólo con el Diablo, una moneda en la bolsa de los pantalones. Sin una foto tuya en la camisa. Sin oficio ni beneficio; sin ganas de aprender uno. Con el mezcal acodado en el hombro izquierdo, muy padrote. El mezcal con su cara de niño. Y el sol sobre la calle, sin banquetas. Y el viento fuerte, grande, amplio desde mi infancia. Y el puente del arroyo que llama sin descanso mis pasos de solo. Y esa mancha de borrachos de mezcal que sale a mi camino, consuetudinaria. Que me llaman con el Diablo, una moneda puesto en el piso. Para que llame a más monedas, para que trabaje sobre la gente y junte el dinero del alcohol. Y se junte con mi Diablo, la moneda que traigo en la bolsa izquierda de mis pantalones. Dos Diablos puestos a dar su mejor esfuerzo. Dos Diablos pesan más que uno. Palabras.
¿Cuántas formas hay para decir mezcal?
Mecate.
Buen mezcal, gran padre de los empobrecidos, no sé invocar tu nombre, solicitar tu presencia; si no puedo mencionar las letras de tu nombre me tirarán de su Gracia.
Chínguere.
Una pregunta hierve: ¿cuántas formas habrá para decir mezcal?
Trago juido.
Hablo de las primeras décadas del siglo pasado, tiempo de la prohibición. ¿Cómo se llamaría el trago cuando los maestros mezcaleros sufrieron persecución y cárcel? Nunca llegaremos a saberlo.
Salsipuedes.
Ensayo, arrojo palabras, versiones, como espejos que revelan el pasado.
Chingadazo.
Lo que espera la gente del poeta es grande, sin medida. Que el poeta le salve la vida (el poeta sólo es un hombre puesto contra el viento, a la mitad de los caminos), que escudriñe el alma (el poeta sólo sabe hacer brincos en una sola pierna y eso, a veces, cuando la tristeza se lo permite), que aclare el tiempo por venir (el poeta sólo quiere tener un perro, desde la infancia). La pura verdad es que el poeta no sabe a veces por dónde sale el sol ni leer el letrero del camión urbano, guiar sus pasos hasta la esquina. Lo que espera la gente del poeta es grande y el poeta olvida el rayo que sale de sus orejas, entre papeles y recuerdos.
Papila, besito.
En este milenio el mezcal lleva su connotación de clase social, harta de dinero.
Trago fifí.
Viento que se lleva el viento, viento fuerte del mar. Norte. Viento que nace en el patio de la casa de mis padres. Norte que malogra la flor. Viento que arrastra con todo: la pantalla de manta percudida del cine callejero. Viento que deja zopilotes sobre el cable de la luz que atraviesa mi barrio. Aire sin juicio que arrastra con todo: viento que deja al baño sin ventana, abierto a los ojos de todo el mundo. Viento suspiro de mujer enamorada. Viento que deja al baño sin techo, para que los luceros vean tu cuerpo cuando lo enjabonas. Viento que arrastra todo, tendederos y vagones. Camiones de carga que caen en carretera fulminados por el aire. Viento mal agüero, acarreador del mal fario. Viento padre. Viento madre. Viento hermano que nos llama a jugar canicas en el patio. Viento que juega trompo y balero mientras pasa el mal tiempo. Viento niño que corre por los cuartos de la casa. Aire adolescente que besa tus senos en un callejón oscuro del puerto.
Lumbre sin nombre.
En agencias y colonias pulula un ejército de hambrientos de alcohol, el Escuadrón de la Muerte. Arrastran su mala estrella, nombran la bebida: marro.
Pierde Almas. Maldita felicidad.

  • Le pido por favor que me cuide este poema, ya anda ebrio.
  • Claro, estaremos al pendiente.

Mingus fue de los primeros compositores de jazz que intentó llegar más lejos de lo conocido en las oraciones musicales que conocemos como el jazz, volteó los ojos hacia México. Fisionó el jazz y la cumbia.

Fue en el campo donde se escucharon las palabras de los abuelos dichas a un niño, con la esperanza de que le fueran útiles algún día, El sueño del hombre es mantenerse fiel a lo escuchado en la infancia, cuando la existencia se torna dura, difícil de llevar. Las palabras salen ale del corazón, realizan una suerte de magia cuando los seres amados vuelven a estar con nosotros. Las letras detienen el tiempo, de alguna forma el orden de esas letras hace posible el regreso de las experiencias vividas en la niñez.

Esa característica tiene la música de Mingus, la de un sonido escuchado en la infancia que vuelve, entre el terror y la angustia o los momentos de la dicha y alegría, y te acompaña, rompen con la armósfera cargada de pesares, inseguridad, desconfianza.
Como el olor de la comida de nuestra madre o el mezcal del abuelo, cargado de dulces aromas del campo.
Mingus llegó a México para encontrar salud, alguien le dijo del agua milagrosa que cura padecimientos donde la ciencia fracasa. Murió en la Cuernavaca de Malcolm Lowry, en los días de un enero de 1979.

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