César Rito Salinas
Palahniuk dijo: los sueños son falsos, nadie quiere oír lo que soñaste anoche. Ni siquiera Carl Jung, a menos que le pagues ciento cincuenta dólares la hora, y entonces su interés será fingido.
La noche había estado jodida, tuve un sueño recurrente donde aparece el mar, la hermosa Bahía La Ventosa, Salina Cruz, cuando se podía bañar la gente en sus cristalinas aguas antes que llegara en el 74 la refinería petrolera y convirtiera al mar en basurero pestilente; en el sueño yo niño, jugaba en la arena con la espuma blanca, el agua creció hasta formar una gran ola que se estrelló contra las palapas ubicadas en la parte alta del cerro de arena caliente; el mar me arrastró a lo profundo, llegué a sentir sus garras que atenazaban mis piernas, pude mirar la tierra allá lejos, diminuta.
__¿Qué quieres desayunar?
Cuando está inspirado el perro de la vecina, con sus ladridos lanza pequeños aforismos; carga una extraordinaria puntería para dar en el blanco.
Me levanté de la cama a las cinco de la mañana, jodido, como en otras madrugadas de extravío pensé que la lectura me traería sosiego, pero estaba equivocado; al regreso de la cocina con una taza de té pensé que la solución para una mala noche de sueño estaba en la escritura, quizá el relato me enseñe cosas que no alcanzo a comprender, dije.
Cuando me extravío lo mejor será mantenerme sentado frente al trasto de las palabras, sin encender la máquina. No sé ustedes, pero con el extravío me da por guardar los PDF que aparecen a la vista, armar proyecto de lecturas; lo que no lees en su tiempo nunca volverás a leer, la lectura es instante, concreción del tiempo futuro; la lectura es el ánimo cambiante.
Soy terco, me gusta desafiar las señales del mal fario.
Al mediodía tomé un baño, estaba harto, las letras se habían atascado; puse en el trasto alguna música de Lester Young, el ritmo de jazz me advierte que todo fraseo es manejable; puede ser intervenido.
Escuché la música, por la ventana llegaban los gritos de la vecina que arreaba de regreso a casa a los pequeños hijos, al terminar las clases en la escuela.
Debo protestar en la óptica, me dejaron los lentes para llorar. No le atino a ninguna de las letras, la mala vista me empuja al círculo vicioso: me da por escribir, por la mala vista lo hago con mucho esfuerzo; luego están las dislexias, que me recuerdan mi sucio pasado de reportero.
No avanzo.
Pico por aquí, por allá en la biblioteca digital. Martin Heidegger dijo: el ánimo, lo importante será cultivar el ánimo cuando se emprende la escritura; el ánimo es lo primero que se pierde frente a la escritura.
Acá estoy, con el ánimo perdido; para escribir, con los años me hice de recursos, la música funciona como puente confiable donde amarro al ánimo de la nueva escritura como si fuera un caballo.
Alcanzó a recordar este anuncio que leí hace mucho tiempo: CINE MIAHUATLÁN, favor de amarrar su caballo en el poste.
¿Quién querrá entrar a mirar una peli con el pendiente del caballo amarrado en la calle?
Hace muchos años las personas entraban a la cantina y dejaban atado al cuaco a la entrada, desde la barra le miraban las patas; creo que sería un disparate salir ebrio, con el fuste en la mano y la atención puesta sobre las patas de las decenas y docenas de caballos atados al frente de los portales.
Sería tan desesperante como una pesadilla.
Ladra el perro; carajo, Lester Young esta tarde no salió tan inspirado como antes; de este músico de jazz (Woodville, 1909-Nueva York, 1959) me trajo noticias Julio Cortázar, su libro Último Asalto; en algún lado, narra la escena del recital de Lester, en compañía de Lui Armstrong, en el Paría de un año no me acuerdo, Julio decía de la lluvia, la tarde con aguacero y el teatro de butacas solitarias en la Ciudad Luz.
Así fue como conocí a Lester, con una referencia literaria; me hice fanático de su música, en la radio ya dieron las noticias, López Dóriga me trae harto, no lo soporto; puedo decir que con la escritura me guía el no saber, el ir conociendo la historia al mismo tiempo que el lector; por la frase, línea por línea, los párrafos.
En alguna ocasión Vargas Llosa dio su fórmula para escribir novelas, sencillo, avanza por párrafos, idea por párrafo; el consejo me resultó fastidioso, si se trabaja por párrafos te abandona el lector, las cinco, ocho o diez líneas son demasiado trecho para atrapar la atención al lector,
Esa escritura resulta evanescente.
¿Cómo lograr la atención del lector?
Encuentro que son las palabras opositoras las que atrapan al lector; claro de luna, por ejemplo. En el análisis sintáctico de la frase se ubican dos elementos, Claro: adjetivo calificativo que desempeña la función de núcleo del sujeto; de luna, forma el complemento del nombre, introducido por la preposición “de”: de: Preposición; Luna, sustantivo común, que es el término de la preposición.
¿se imaginan un claro de luna?
El escribir tiene su chiste, uno no puede andar por la vida espulgando el lomo de las palabras con el análisis sintáctico; por esta dificultad, encuentro que la oración como tal no es la base de la escritura, quizá lo sea el oído.
Prestar oídos a lo que la gente habla.
Si escribir -como dice Palahniuk- que se escuchan los sueños, por un interés (los ciento cincuenta dólares la hora no caen nada mal).
__Anda, no pierdas el tiempo con tus letras, te pasaste el día aplastadote, haz algo, saca el perro a pasear.
Suena la música de Lester Young.
Retiro lo dicho: el viejo Lester tiene Swing, frasea con su Sax tenor oraciones geniales, pegadoras; lo puedo asegurar.
Con el pie izquierdo
