César Rito Salinas
Ibsen dijo: Mi patria está en las olas del mar.
Bien, acá tenemos el arranque.
Ibsen establece un ámbito bélico de la guerra al establecer esa ecuación.
En pleno siglo XIX, cuando en Europa cuajaban los nacionalismos, los estados nación, lanza su estrategia.
Opta por el lenguaje no automatizado para la representación de la vida humana.
Decide dejar todo y dedicarse al teatro.
Henrik Johan Ibsen, dramaturgo y poema noruego (1928-1906).
En estos tiempos de la confusión política, el desánimo, encuentro que escribir será generar contenidos bajo cualquier formato de la comunicación de masas, para ubicarlos en un repositorio de la información -la nueva universidad.
En estos tiempos cambiaron las líneas que guían el oficio del escritor, ganaron la mano los dispositivos, los aparatos electrónicos, las tecnologías.
Ahora las letras no cuentan con diferencias con los otros elementos del pensamiento, como la imagen.
O la música.
Las disciplinas artísticas generan contenidos.
La llamada “experiencia”.
Los usuarios escriben el nombre del autor y la máquina arroja -en medio de almuerzos y cenas que se registran en puntuales imágenes, conflictos sentimentales y las formas de hacer deporte y bailar el tango- las 100 mejores frases del autor mencionado.
Y esta forma de buscar contenidos forman en nuevo canon literario.
Los posibles lectores buscan contenidos, digamos que por este procedimiento se convirtieron en usuarios de los portales de la pornografía.
Van al acto, al hecho.
Y habitan la frase.
Aquello que llamadas ahora, “contenido”.
Pues sí, así está el mundo.
Vale.
Aunque, bien mirado, la literatura guarda esa estrecha relación con la tecnología.
Desde los fenicios, loa griegos.
¿Y qué pasa con el viejo canon?
¿Y qué harán ahora los escritores que se arriman a proyectos de las 300, 500 páginas?
Ya nadie tiene tiempo para ocuparse de tal reto.
En ningún formato.
En el lenguaje no hay propiedad privada.
Digamos que el tiempo está competido. Por estos días, ya nadie tiene el tiempo para mirar en silencio donde ocurre el triunfo de la oscuridad sobre la tarde bermeja, el paso del aire enrojecido sobre las formas.
La nueva forma de recibir información causa cambios en la vida cotidiana de la gente.
El canos de la literatura ya no está en la carpintería de la novela, el ensayo o la poesía.
Y en el pensamiento capitalista el lector está en su derecho de buscar experiencias en el espacio que más le plazca, y si paga su pensión mensual al internet y no compra más libros, y eso será parte del ejercicio de la libertad.
Pero hay miles, millones de escritores provincianos que repiten fórmulas del drama, para solucionar sus trabajos.
Como lo hicieran los escritores del XVIII y el XIX.
En los tiempos de la post-crítica, toda propuesta del arte va del lado de la curaduría.
Me llamó la atención, que en esta semana que termina, cuando se presentó por sus familiares una nueva novela de Gabriel García Márquez.
Algunos ancianos retomaron la crítica y la acusaron de mala.
Otros, también ancianos, discutieron con los primeros porque calificaron la nueva novela de Márquez como buena, genial.
Y ambos bandos cayeron en el formato del dispositivo, la polémica duró lo que dura un post, un mensaje de X, cinco, diez minutos.
Y como todos los materiales, murió de muerte natural, de hambre.
Ya nadie lee.
Y eso está bien.
La industria es la madrastra que se come a sus hijos (los esritores), y al terminar con todos come el marco de la ventana, la puerta, los muros de la casa y la casa misma.
Al terminar con todo se sienta en la banqueta y se pone a cantar.
El simio que canta.
Al final de los tiempos la industria contempla que habrá recomienzo, una vuelta al trabajo de formar, levantar estructuras.
Y que en ese tiempo de ruinas y construcciones habrá una tiendita que ofrezca los materiales.
Y habrá negocio.
Circulación del dinero.
Economía.
¿Y qué pasará con los bandos?
Nada.
Se habrán extinguido.
Habrá un nuevo bando para el nuevo tiempo.
Pero hay autores visionarios, clarividentes que nacen entretiempos.
Qué está más allá de las polémicas, los bandos contemporáneos.
Antes se peleaba por el nacionalismo.
¿Ahora quién habla de eso?
Los izquierdistas y los de derechas, que se niegan a desaparecer.
Que habitan en sus recuerdos, el mundo que ya no existe.
Esto bien lo supo Ibsen.
“Soy ciudadano de las olas del mar”.
Bien.
Ya.
Montaigne dijo: la costumbre borra el perfil de las cosas.
Viktor Scholovski, el lado clarividente de los formalistas rusos, allá en 1914, sostuvo: habrá que des automatizar el lenguaje.
Y si.