César Rito Salinas
Al correr por la avenida Central, frente a la panadería Trigo Limpio, se puede ver la malla que anticipa la puerta 2 de la Unidad Verde, el conjunto de torres con apartamentos del Infonavit; al cruzar la avenida, frente a la panadería, se levanta el puesto ambulante de verduras; en la acera abre sus puertas el Salón de Belleza de Michel.
Hay definiciones que de tanto que nos persiguen; pero que, con su prolongado tiempo de permanencia en nosotros, logramos olvidar.
Hay preguntas que van y vienen, sin respuesta.
Tardé años, luego de mucho rodar entre consultorios y dinero invertido en sesiones de terapia para comprender que era el sentarme en el sillón aquello que me causaba tanto beneficio; para el corte de cabello me causaba la misma paz que me traía cruzar la puerta de la consulta y arrellanarme en el sillón del sicoterapeuta.
Sólo puedo ser dueño de las herramientas de que se valgo para expresar ideas, y eso en contadas ocasiones.
La mayoría de las veces en que el hombre posee sus herramientas de la expresión se acobarda y no cumple con el trabajo; mudo permanece frente al viento que carga todas las historias; flota sobre la tierra.
Lo dijo lacan, somos seres hechos con historias.
Corre el tiempo entre temores, creo que desde el inicio de los tiempos (no poseemos nada, ni siquiera aquello que llamamos nuestro miedo) solo poseemos las palabras -aire entre los labios.
Puedo arrastrar el vacío, jalarlo con las palabras; encuentro nombres, tumbas. Una casa. La noche, la calle que observo desde la ventana. Coloco el primer párrafo, divido el espacio en blanco con número romano como si, al hacerlo, buscara el rostro olvidado.
Ponte pila.
Encuentro que requerimos tres jarras de café para enfrentar el síndrome de Diógenes.
Tres jarras de café como en el velorio de tu padre, tiende las flores, la cruz de flores en el cuarto del santo.
Con tu naturaleza marina yo navego confiado, eres el piano y la sonata que avanza en el aire. El olor de copal circula en tu pecho como signo encendido; a ella le hablo del perro que tuve en la infancia, ella me cuenta de su padre.
Mientras la escucho entre sus dedos brinca el trompo de colores, gira y gira y no se desplaza, la puya saca chispas.
Cuando amanezca diré tu nombre.
En la calma eres como la bendición de mi madre, me acompañas al cerrar la puerta antes de salir a la calle. Jugamos el juego de los espacios ocupados. Que nada ni nadie te robe la atención, ni el gobierno ni la política; ni la extinción de las especies, ni la policía, la maldita policía.
Si sabes esperar me verás en la ventana, andarás por el patio junto a las flores, el columpio. La salud excluida.
Dentro del edificio del siglo XVI que contiene la música, danzas, polkas, mazurkas; tenemos cita.
La salud excluida.
Dentro de la calificada normalidad puedo sentirte al llegar, de tus cabellos brota la sombra a la que cantan los pájaros.
¿Puedo elegir estar dentro o fuera?
Aquí no hay elección, o te integras o te arrastra la corriente.
Ella propicia el combate, los colores de la patria que se funda entre quejas y lamentos. Quien decide estar fuera califica como externo.
El que está dentro pierde dignidad (la gente, por integración, lo pierde todo). Habitas mi sueño, donde emerge el negro perro de la infancia.
Puedo escribir ocultar y ocupar, llenar de formas el espacio vacío que se habita o se contempla.
Ocultar y ocupar, sinónimos en la práctica.
Se ocupa y se ocultan las pasiones que hacen los recuerdos.
Eres la continuación de lo profundo (escucho el mar, pero bien sé que estoy dentro de un caballo que galopa en la playa). Ya vendrá la guerra. La hora del tiempo descompuesto. Cuando ella incendia la punta de sus cabellos la patria se arma de palabras. Lo sustantivo. Lo que pertenece. El sujeto. El objeto. Complemento directo. El signo, lo que refiere. Lo que relaciona.
Esta no es la tierra del verbo, perdemos la memoria de toda acción (sólo la escritura nos otorga la acción futura). Grito: Aladino, ven acá. Nadie responde. En la ciudad camino, salto los charcos que deja la lluvia. Tiempo del desafío, las pocas fuerzas. Tú lees aforismos. Al existir un flujo constante de información cualquiera se atreve a desafiar.
¿No entiendes que antes de iniciar el combate habrá que pasar a la báscula? La báscula es el Dios que rige el combate, la deidad que designa a los contrincantes para evitar que el pleito sea entre invencibles.
Amanece, la humedad crece entre los huesos, dice mi nombre cuando mis manos buscan las letras de aquello que no se puede decir.
Corazón Labios de Tequila, escribe y olvida, los que escriben y recuerdan son fantasmas. A esta altura de las mil palabras encuentro que nunca podré escapar de ti, eres la ciudad y su aguacero.
Café para beber el propanol.
Galletitas dietéticas para para contentar al Diablo.
Música de las danzas para componer la mala salud; el aire del patio en la tarde es bueno, se lleva la tristeza.
Si tomo un lápiz nuevo, sin uso, y me pongo a escribir busco el hecho mágico.
¿Cómo pueden salir palabras de un objeto tan rígido? Si levanto en el parque un cabo de lápiz agradezco a la suerte, que permitió toparme con el desarrollo tecnológico para iniciar la escritura.
Hay tantas palabras, escribirlas o no será la suerte que traen los otros.
La vida está llena de encuentros, sorpresas.
En realidad no escribo (digo durazno y mi intención no es que se forme la imagen de la fruta, el árbol, la semilla; digo durazno, cierro los ojos, salivo), escriben fuerzas superiores a mis fuerzas.
La presión atmosférica, cierta temperatura, la altura sobre el nivel del mar, la cantidad de oxígeno que circula por mi sangre; la libre circulación del aire, la salinidad que flota en la habitación -aquello que forma este carácter doméstico.
Cerveza tibia con pastilla para la diabetes, Quetiapina mandó la doctora.
Toda mi soledad es marina, buscaré amparo entre los montes para llevar este duelo que me amarga las horas.
Acostumbro el corte de cabello una vez al mes; la misma frecuencia con la que acudía con el sicoterapeuta.
Me siento mejor, una oleada de paz llega a mi persona al ocupar el sillón; aclaro, el corte de cabello me sale en 150 pesos, la terapia, 800.