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viernes, septiembre 20, 2024

El cuento de la infancia

Reportajes

César Rito Salinas

El día que me vine a enterar del lugar de mi nacimiento fue cuando el profesor solicitó el acta oficial para tramitar la boleta de último grado de primaria. Yo era pequeño, un palo con ojos, y llevé desconcertado la petición a mi madre.

  • Voy a la escuela a decirles que eres mi hijo –dijo mi madre.
    Yo era un niño, un palo con brazos, frente a mi madre que tenía las manos mojadas sobre el mandil.
  • Que no quieren que vayas, quieren el papel.
  • Pues te llevo al puerto, allá naciste –dijo mi madre esa tarde que regaba las flores de la maceta.
    Subimos al autobús que amaneció frente al mar, era la primera vez que salía de la tierra donde nacieron mis padres. El puerto me resultó conocido, las calles, la oficina donde nos entregaron el documento, el mercado. Las voces de la gente tenían otro sonido, apurado, metálico, frente al mar. Yo era un niño, un palo con la boca abierta, pegado a la falda de mi madre.
    El cuento del ebrio
  • Borracho que come dulce tiene remedio –dijo la mujer.
    Había que arreglar la casa para el velorio. La casa y el patio, motivo de discordia que había que solucionar con los hermanos. Los padres habían malgastado la existencia en aquella casa. Ninguno de sus hijos quería habitarla. Todos querían vender e irse lejos de la única calle del pueblo, siempre sola y cargada de ojos, oídos. Ya no le quedaban fuerzas para seguir adelante, la enfermedad prolongada de la madre la tenía exhausta, las preguntas de cada mañana sobre una posible mejoría. Las puertas cerradas a la luz y el aire hacían más angustiante las horas. La madre en su lecho había empezado a jalar aire desde el mediodía, era la madrugada y el doctor aseguró que no se podía hacer nada. A esa hora los hermanos no habían llegado. Se reconoció mujer sola vestida de negro frente a las responsabilidades que se aproximaban. Quiso estar lejos, en una playa o trepada en un helicóptero. Sólo tenía las palabras de su madre para darse amparo. Repitió lentamente:
  • Borracho que come…-y una alegría ligera se posó ágil sobre su hombro izquierdo como un ave doméstica que regresa del vuelo.
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